Había nuevo jefe en la oficina, y aquel era su primer día. Dio un breve discurso ante los trabajadores y luego se refugió en su despacho a arreglar un papeleo pendiente. Todos siguieron con sus labores como cualquier otro día, pero Inma tenía una idea mejor. Quería tener el favor del jefe desde el principio, y para ello estaba dispuesta a recurrir a su cuerpo. El nuevo jefe era algo mayor, pero eso no suponía un problema para ella.
Inma se levantó de su puesto y fue al baño. Una vez allí, se arregló para ofrecer una imagen aún más sexy y atrevida. Se aplicó brillo en los labios y unas gotas de perfume. Se miró al espejo. Se soltó la coleta que se hacía normalmente para trabajar y se acomodó el largo pelo sin dejar de mirar su reflejo en el cristal. Estaba estupenda, y ella lo sabía. Sin embargo, también sabía cómo son los hombres, así que se hizo un par de retoques más. Se desabrochó un botón más de la camisa, dejando un pronunciado escote en el cual se podía ver ligeramente el sujetador. Finalmente, se levantó unos centímetros la falda ajustada que llevaba. Una última mirada al espejo y decidió que estaba lista.
Salió del baño, cogió unos papeles para disimular y fue directa al despacho del jefe, intentando pasar desapercibida entre la gente. Se fijó en que las persianas del despacho estaban ya cerradas, lo cual venía muy bien. Tocó a la puerta y enseguida oyó la voz del jefe diciéndole que pasara. Eso hizo. Se aseguró de cerrar bien la puerta detrás de ella. Al entrar, Inma notó la mirada del nuevo jefe clavada en su cuerpo. Mirada que enseguida trató de disimular.
- Hola, soy Inma.
- Hola Inma, ¿en qué puedo ayudarte?
Inma cogió la silla que había delante del escritorio del despacho, destinada a la gente que venía a hablar con el jefe, y la movió para sentarse junto a él, sin mesa de por medio. Al jefe no pareció importarle.
- Solo quería darle la bienvenida.
- Ah, gracias, muy amable. Estoy encantado de estar aquí y espero llevarme bien con todos vosotros.
Mientras hablaba, Inma aprovechó para descalzarse disimuladamente, quedando sus pies cubiertos únicamente por las medias que llevaba y que subían hasta sus muslos.
- También quiero decirle que estoy aquí para lo que necesite.
- Gracias, otra vez. - Dijo el jefe con una sonrisa.
Inma rozó suavemente el tobillo de su jefe con su pie descalzo. Esto sorprendió al jefe, cuya única respuesta fue mirar para abajo y luego a Inma. Ella subió lentamente el pie, acariciando cada centímetro de la pierna del hombre, y mirándole fijamente a los ojos al tiempo que se mordía el labio inferior. Llegó a la altura de la entrepierna y, sin ninguna vergüenza, le acarició el paquete con el pie.
- Para lo que necesite... - Repitió en ese momento Inma, ahora con un tono mucho más sensual.
Ahora, la sonrisa de agradecimiento del jefe había cambiado por una tensa expresión de nervios.