- Eh, raritos, está ocupado. - Dijo en tono burlón.
Los chicos, tímidos como siempre, no dijeron nada y se buscaron otra mesa.
Andrea, Pablo y sus respectivos amigos iban todos a la misma clase en la universidad, y de ahí se conocían. Realmente su relación iba poco más allá de saber quienes son. Andrea era muy guapa y tenía un cuerpazo, y como ocurre en muchos casos así, eso se le subía a la cabeza y le hacía mirar a los demás por encima del hombro. Básicamente era muy creída. Era una tía buena pero una zorra. A Pablo y sus amigos nunca les ha dirigido la palabra en tono amistoso, siempre despectivamente. Solía vestir con buen escote para lucir su prominente delantera, y cuanta menos ropa mejor. Tenía un bonito pelo castaño ondulado que hacía juego con sus ojos.
Más tarde ese mismo día, en el descanso de una de las clases, a Pablo se le escapó una furtiva e involuntaria mirada al escote de Andrea, con tan mala suerte que ella se dio cuenta.
- ¡¿Qué haces mirándome las tetas, pervertido?!
Pablo bajo la mirada al suelo, sonrojado. Oía las risitas de las amigas de Andrea.
- Seguro que luego se la casca y todo, qué asco...
La verdad es que Andrea había sido la protagonista de sus fantasías y de las de sus amigos en alguna ocasión.