Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.
Mostrando entradas con la etiqueta Juguetes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Juguetes. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de septiembre de 2023

En las redes de África


Esa noche, mis amigos y yo habíamos quedado para probar un restaurante que acababan de abrir. Estaba situado en una zona de la ciudad bastante desconocida para nosotros, por lo que, después de cenar, tuvimos que vagar sin rumbo hasta encontrar un sitio donde tomarnos unas copas. Nos topamos con un local que tenía buena pinta, al menos por lo que se veía desde fuera, así que nos decidimos a entrar. A día de hoy aún doy gracias por la suerte que tuve al llegar a aquel sitio, pues el destino me deparaba una experiencia increíble.

El local nos encantó nada más entrar. Elegante, con buen ambiente, pero no excesivamente lleno de gente. La primera parada fue la barra. Pedimos las copas a una guapa camarera que atrajo la atracción de todos los chicos del grupo... menos la mía. Yo me fijé en una mujer escultural con un vestido negro corto y ceñido que conversaba animadamente en un grupito. Era una mujer despampanante. Volví en mí una vez nos sirvieron las bebidas. Cogimos cada uno su vaso y nos perdimos entre la gente.

Un rato después, volví a la barra a por una segunda copa. Mientras esperaba ser atendido, busqué con la mirada a la mujer de antes, y la encontré en el mismo sitio, con el mismo grupo de gente y con el mismo cuerpazo. Me quedé mirándola demasiado rato y, casi como si tuviera un sexto sentido, de golpe se giró hacia mí y me pilló mirándola descaradamente. Nuestras miradas se cruzaron de golpe. Me invadió una vergüenza tremenda. Si no fuera por la tenue iluminación del local, se me habría notado sonrojarme. Aparté la mirada lo más rápidamente que pude y me centré en observar cómo la camarera acababa de servirme mi copa. Después de pagar, antes de volver a mezclarme entre la gente, eché un último vistazo. La mujer seguía mirándome. Disimulé y me mezclé de nuevo entre la gente, en busca de mi grupo.

martes, 21 de mayo de 2019

Microrrelato: Regalo Anal



Era el día de mi cumpleaños. Cuando llegué a casa del trabajo, me encontré una tarjeta de felicitación en la mesita del recibidor. Ponía "Feliz cumpleaños. Tu regalo te espera." y la firma consistía en la marca de un beso con pintalabios. Junto a la tarjeta, unas bragas rojas. Las cogí y las olí. Estaban usadas. Me las guardé en el bolsillo. Al entrar en el salón, me la encontré preparada para darme mi regalo. Estaba de pie, con la parte superior del cuerpo tumbada sobre la mesa, el culo en alto y las piernas abiertas. La postura era toda una invitación. Me miró fijamente mientras me acercaba a ella. Parecía nerviosa. No entendí la razón de sus nervios. Pasé por su lado y le acaricié el pelo. Me puse detrás de ella. Le levanté la falda y comprobé que no llevaba bragas, las tenía yo en el bolsillo. Pero me encontré con una sorpresa inesperada. Llevaba un butt plug metido en el culo. Era metálico, y en la superficie que sobresalía ponía "Use me". Entonces entendí sus nervios. Mi regalo de cumpleaños era su culo. Su culo virgen. Su culo en el que nunca había entrada nada más que un par de dedos. Me puse a la altura de su cara y me agaché para mirarle a los ojos. Brillaban de nervios y excitación. Saqué las bragas del bolsillo y se las metí cuidadosamente en la boca. Luego volví a mi posición en su retaguardia. Acaricié sus nalgas con mis manos. Le di un sonoro azote. Se oyó un gemido ahogado por las bragas en la boca. Le di otro, en la otra nalga. Su piel pálida comenzó a enrojecerse como hacía siempre. Bajé la bragueta de mi pantalón y saqué mi miembro. Ya estaba semierecto. Lo froté contra sus nalgas. También contra su coño mojado. No me costó que enseguida alcanzara su tamaño y dureza máximos. Ya estaba preparado para recibir mi regalo de cumpleaños. Le quité el butt plug lentamente, con suavidad. Su culo cedió poco a poco y acabó saliendo. Lo dejé en la mesa. Escupí varias veces en la entrada de su culo, lubricándolo. Luego hice lo mismo con mi polla. La dejé bien resbaladiza. Finalmente, fui a por mi regalo. Apoyé la punta de mi glande en la entrada de su culo y empujé hasta que estuvo toda mi polla dentro. Vi cómo ella cerraba los ojos con fuerza y apretaba los dientes y las manos. Gimió de gusto y resopló cuando la notó toda dentro. La dejé dentro unos segundos, permitiendo que su cuerpo se acostumbrara. Pero si pensaba que iba a ser suave con mi regalo, estaba muy equivocada. Le solté un par de palmadas en el culo como aviso y luego empecé el vaivén de mi pelvis, metiendo y sacando mi polla de su culo. Su culo virgen era extremadamente estrecho. Podía notar mi miembro abriéndose paso en su interior. Mis embestidas eran fuertes, empotrándola contra la mesa. Ella se dejaba hacer, se agarraba a la mesa y gemía. Mis penetraciones eran duras y profundas, metiéndosela cada vez hasta el fondo con cada empujón. Sus nalgas ya estaban rojas del choque de mi pelvis contra ellas. Disfruté plenamente de arrebatarle la virginidad de su puerta trasera, después de tanto tiempo deseándolo. Empujé y empujé hasta llegar al orgasmos. Metí mi polla hasta el fondo de su culo y agarré sus nalgas con firmeza mientras me corría en su interior. Gruñí de placer al sentir todo mi semen inundando su culo. Cuando terminé de eyacular, finiquité con un último azote en su nalga. Saqué mi miembro de su interior, le volví a introducir el butt plug y me fui directo a la ducha, sin decir nada, dejándola tirada en la mesa, respirando intensamente y con el culo rojo.


domingo, 13 de enero de 2019

Microrrelato: Esposado al placer (Versión Zorricienta)



Mi amiga Zorricienta y yo hemos escrito una versión alternativa del relato "Esposado al placer", escrita desde el punto de vista de la mujer. Además, Zorricienta ha tenido el detalle de narrar el relato con su dulce y sensual voz para nuestro disfrute.


Aquí tenéis el relato narrado:



Esta es la transcripción del relato:

Esta historia ocurrió una noche que estaba sola en casa y estaba muy, muy caliente. Tan caliente que decidí invitar a mi amigo Juan a casa. Le envié un mensaje en el que solo ponía "Estoy cachonda”. Con eso bastó para que en unos minutos apareciera en mi casa. Le abrí la puerta completamente desnuda, acariciándome el pelo de forma sensual. Cogí a Juan de la mano y me lo llevé directamente al dormitorio. Allí le senté en la cama y empecé a quitarle la ropita poco a poco. Me di cuenta del bulto que llevaba en su pantalón. Ya la tenía dura. Se la acaricié por encima de la ropa. Sabía que era por mi culpa y eso me ponía muy cerda. Le quité el pantalón muy lentamente, haciéndole sufrir. Su polla estaba tan dura que, cuando le bajé los bóxers, salió disparada y casi me da en la cara. Saqué la lengua y jugué con ella alrededor de su glande, pero no llegué a tocar su polla. Estaba en modo cabrona y me divertía ser mala con él. Notaba en su cara que estaba desesperado por que me la metiera en la boca. En vez de eso, tumbé a Juan en la cama y saqué las esposas del cajón de mi mesita. Nos miramos y nos sonreímos así con complicidad. Después de esposarle las manos al cabezal de la cama, le besé el cuello y fuimos bajando lentamente hasta llegar a su polla y metérmela en la boca. Se la chupé lentamente, disfrutándola. Desde abajo hacia arriba. Sin parar. Mirándole a los ojos mientras lo hacía.
Una vez satisfecho mi antojo de sexo oral, me senté sobre él y empecé a follármelo mientras seguía esposado a la cama. Primero lento, y luego más fuerte, asegurándome de que sentía mi coñito caliente rodeando toda su polla.

Cuando me dijo que estaba a punto de correrse le grité que no lo hiciera, que aguantara un poco más. Yo también estaba a punto. Afortunadamente, pudo aguantar lo suficiente para que llegáramos juntos al orgasmo. Se corrió conmigo, sintiéndolo todo bien caliente como a mí me gusta. Un puñetero placer. Espectacular.




domingo, 15 de mayo de 2016

El striptease de Cristina



Me encontraba en mi habitación de la fraternidad estudiando para el examen que tenía la semana siguiente. Llevaba únicamente unos pantalones cortos, ya que por esa época hacía calor. Mi total concentración en la materia que estudiaba quedó interrumpida por unos suaves golpes en mi puerta. Me levanté molesto a ver de que se trataba. Abrí la puerta y me quedé boquiabierto al ver frente a mí a Cristina, una chica de la sororidad PAM, vestida de policía. Me miró con sus ojos verdes por encima de las gafas de sol durante unos segundos, para luego empujarme hacia dentro de la habitación. Sin mediar palabra, colocó en el centro del dormitorio la silla que estaba ocupando durante mi estudio y me sentó en ella. Me rodeó lentamente hasta ponerse detrás de mí, me agarró las manos y oí un chasquido al mismo tiempo que notaba el frío metal en mis muñecas. Me había puesto unas esposas. Volvió delante de mí enseñándome las pequeñas llaves de las esposas y luego las dejó sobre mi mesa. Yo no sabía qué estaba pasando pero me estaba resultando muy morboso.

Lo primero que se quitó Cristina fue la gran chaqueta de policía que le cubría casi todo el cuerpo. De uno de los bolsillos de dicha chaqueta sacó un pequeño altavoz que dejó en la mesa y luego le dio a un botón. Se quedó de pie con las piernas abiertas, frente a mí, esperando a que la música sonara, mientras yo me deleitaba observando lo bien que le sentaba el uniforme policial. Consistía principalmente en dos piezas: la parte superior era una especie de camisa azul marino, ajustada y escotada; y la inferior se trataba de un pantaloncito del mismo color, corto y ajustado. La camisa incluía una brillante placa sobre su pecho izquierdo. El pantalón, por otra parte, estaba rodeado por un cinturón en el que se sujetaban una porra y una pistola. Su calzado eran un par de tacones altos negros. Sus bonitos ojos verdes, en los que yo ya me había fijado hace tiempo, los tapaban unas gafas de sol. Sobre su pelo rubio, recogido en una coleta, llevaba una gorra con visera y el escudo de la policía.

La música empezó a sonar. Una música sensual y sugerente. Precisamente fue el pelo el primer paso. Se quitó la goma que lo sostenía, dejándolo suelto y revoltoso, cayendo por encima de sus hombros. Una melena dorada que brilló al chocar con los pocos rayos de sol que dejaba pasar mi persiana. Se puso a contonearse al ritmo de la música. Movía el culo de una forma muy sensual, casi hipnótica. Se colocó encima de mí, pero de pie, de modo que yo quedaba entra sus piernas, sentado. Apoyó sus manos en mis hombres siguió moviendo la cintura, ahora a escasos centímetros de mi cara.

viernes, 6 de mayo de 2016

Entre hombres bisexuales



Los láseres de colores incidían sobre el espectacular cuerpo de aquella chica. Sus sensuales movimientos, unidos a sus bien dibujadas curvas, no pasaban desapercibidos en la pista de baile. Su largo pelo rubio se balanceaba al ritmo de la música, expandiendo su fresco olor a los que estaban alrededor. Su buena altura quedaba acentuada por unos bonitos tacones rojos bien llevados, que además levantaban un culo ya impresionante de por sí, marcado en sus largos pantalones ajustados. El conjunto lo remataba una blusa blanca que pese a quedar holgada, no disimulaba los grandes pechos que cubría.

Ya eran varios los hombres que se le habían acercado. Sin embargo, ella solo buscaba disfrutar de la música y bailar con todas sus fuerzas, no estaba interesada en ninguna otra historia. Con algunos habló un rato, con otros llegó a bailar, pero al final siempre los despachaba con elegancia y buen humor. Pero eso cambió ya bien entrada la noche. De frente, vio cómo se le acercaba un hombre rubia con una amplia sonrisa. Llegó hasta ella y se le puso a hablar mientras seguía con su cuerpo el ritmo que ella llevaba. Seguía sin estar interesada, pero le siguió la conversación con simpatía. Sin embargo, su interés aumentó con la llegada de un segundo hombre. Éste era moreno, y lo que hizo nada más llegar, tras intercambiar unas palabras con el rubio, fue darle un apasionado beso ante la atenta mirada de la chica. Los ojos de ella brillaron, y su perspectiva de aquella situación cambió drásticamente. Los tres hablaron y bailaron en perfecta armonía durante un rato. Los bailes eran cada vez más pegados. Los cuerpos cada vez se rozaban más. A ella le ponía tanto verles frotándose entre ellos que cuando se frotaban con ella. Finalmente, recibió el primer beso. El rubio acercó sus labios hasta que sus bocas se encontraron, sin ninguna oposición por parte de ella. Le siguió el moreno, que hizo lo mismo, besándola igual que bien. Los tres se intercambiaron besos durante unos minutos hasta que los hombres elegantemente le preguntaron si quería ir a su casa.

Durante el viaje en taxi se enteró de que los hombres eran pareja desde hacía tiempo, pero les gustaba añadir algo de picante a su relación de vez en cuando. Ella pasó todo el trayecto sentada en medio de la parte trasera del taxi, entre los dos hombres, con una mano de cada uno acariciando sus muslos, bien cerca de la entrepierna. Para cuando llegaron a su destino ella estaba a punto de explotar de lo caliente que iba.

Entraron por el portal y se subieron al ascensor. Cuando llegaron al octavo piso, las manos de los dos hombres ya habían acariciado cada parte de su cuerpo. Habían masajeado sus tetas y agarrado sus nalgas, desesperados por verla sin ropa. Ella se dejaba hacer, envuelta en excitación. Atravesó la puerta de la casa agarrada a ambos hombres, los cuales no la soltaron hasta que hubieron llegado al dormitorio.

miércoles, 1 de julio de 2015

Compartiendo una pelirroja



Una tarde muy aburrida. Sin nada que hacer y tirado en el sofá de casa desaprovechando mi tiempo. Me vestí y salí de caso. Crucé el rellano y llamé a la puerta de en frente, donde vive mi vecina Eva. Llamé al timbre con la esperanza de que a Eva le apeteciese salir por lo menos a tomar unas cervezas. No hubo respuesta. Volví a llamar. Lo mismo. Llamé una tercera vez. Al fin oí unos pasos al otro lado de la puerta. Me abrió Eva, pero no cómo me la esperaba. Con una mano sostenía la puerta y con la otra la toalla que cubría su cuerpo.
-          Uy, ¿te estabas duchando? Perdón…
-          Eh… No, en realidad no…
Me extrañó, ya que al ver que estaba desnuda y solo cubierta por una toalla pensé que estaría en la ducha o a punto de entrar en ella. Entonces oí una voz femenina en el interior de su casa que llamaba a mi vecina. Eva se disculpó un momento, dejó la puerta entornada y se adentró en su casa. Segundos después volvió a aparecer frente a mí.
-          ¿Quieres pasar? – Me dijo con una sonrisa. Una sonrisa que yo conocía perfectamente y sabía lo que significaba.
Contesté con otra sonrisa y entré en la casa. En cuanto cerró la puerta tras de mí, Eva dejó caer su toalla en el suelo, dejando al descubierto ese precioso cuerpo que yo tantas veces había visto y disfrutado. Me dio una palmadita en el culo y me cogió de la mano para llevarme a su dormitorio.

En su cama había una preciosa pelirroja, totalmente desnuda, con la mano acariciándose la entrepierna, seguramente pensando en lo que pasaría a continuación.
-          Esta es Rebeca. Él es Juan. – Nos presentó Eva.
Llegué al borde de la cama y ambas mujeres se lanzaron sobre mí como lobas. En un abrir y cerrar de ojos me habían desnudado y tumbado en la cama.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Esposado al placer


Aun recuerdo esa increíble noche que empezó con un breve pero eficaz mensaje de texto.

"Estoy cachonda"

Viniendo de ti, me encendió al leerlo. Tú no te andas con tonterías respecto al sexo. Mi respuesta fue también breve pero igual de eficaz.

"5 minutos"

Llegué a tu casa jadeando y excitado. Había releído un par de veces tu mensaje por el camino, y te había imaginado de mil maneras. Apenas diez segundos después de llamar a la puerta, ésta se abrió lentamente. Al otro lado apareciste tú. Completamente desnuda. De los pies a la cabeza. Solo vistiendo una sonrisa pícara, y acariciándote el pelo suavemente. Tus pezones erectos parecían señalarme como tu próxima víctima sexual.

Entré con paso tembloroso por la excitación, sin dejar de mirar tu cuerpo descubierto. Tú no dejabas de sonreír. Sin decir una palabra ninguno de los dos, me cogiste la mano y me condujiste al dormitorio. Todavía recuerdo la visión de tu firme y redondo culo moviéndose frente a mí mientras me dejaba llevar por ti a través del pasillo en penumbra hacia una puerta abierta que daba la bienvenida a tu habitación. La erección en mi pantalón ya era considerable. Me relamía solo de pensar en el rato que iba a pasar. Algo que sabía seguro es que contigo no hay polvo malo.

lunes, 2 de septiembre de 2013

La suerte del voyeur



Como cualquier otra tarde, Marcos estaba de nuevo sentado frente a su ordenador, con los pantalones por los tobillos. Un paquete de kleenex abierto en la mesa. En el ordenador, su página porno preferida. Y mientras se reproducía un vídeo donde dos musculosos hombres destrozaban a una bella jovencita con sus enormes miembros, la mano derecha de Marcos se movía rítmicamente provocándose placer. Es decir, una tarde más, Marcos se pajeaba en la habitación viendo el porno que más le gustaba.

Marcos se sentaba tal como estaba dispuesta su mesa, de cara a la ventana que daba al patio de la comunidad. Y, a pesar de tener la cortina echada, le pareció ver algo por una pequeña rendija que quedaba. Abrió un poco más la rendija de la cortina y, asomando un solo ojo, logró ver en la ventana de enfrente, al otro lado del patio, una preciosa pelirroja cubierta solo por una toalla de ducha. La vecina de en frente, Marcos nunca la había mirado de ese modo. Pero ahora, completamente desnuda, con el cuerpo mojado, le estaba provocando la mayor de las excitaciones.