Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.
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domingo, 10 de septiembre de 2023

En las redes de África


Esa noche, mis amigos y yo habíamos quedado para probar un restaurante que acababan de abrir. Estaba situado en una zona de la ciudad bastante desconocida para nosotros, por lo que, después de cenar, tuvimos que vagar sin rumbo hasta encontrar un sitio donde tomarnos unas copas. Nos topamos con un local que tenía buena pinta, al menos por lo que se veía desde fuera, así que nos decidimos a entrar. A día de hoy aún doy gracias por la suerte que tuve al llegar a aquel sitio, pues el destino me deparaba una experiencia increíble.

El local nos encantó nada más entrar. Elegante, con buen ambiente, pero no excesivamente lleno de gente. La primera parada fue la barra. Pedimos las copas a una guapa camarera que atrajo la atracción de todos los chicos del grupo... menos la mía. Yo me fijé en una mujer escultural con un vestido negro corto y ceñido que conversaba animadamente en un grupito. Era una mujer despampanante. Volví en mí una vez nos sirvieron las bebidas. Cogimos cada uno su vaso y nos perdimos entre la gente.

Un rato después, volví a la barra a por una segunda copa. Mientras esperaba ser atendido, busqué con la mirada a la mujer de antes, y la encontré en el mismo sitio, con el mismo grupo de gente y con el mismo cuerpazo. Me quedé mirándola demasiado rato y, casi como si tuviera un sexto sentido, de golpe se giró hacia mí y me pilló mirándola descaradamente. Nuestras miradas se cruzaron de golpe. Me invadió una vergüenza tremenda. Si no fuera por la tenue iluminación del local, se me habría notado sonrojarme. Aparté la mirada lo más rápidamente que pude y me centré en observar cómo la camarera acababa de servirme mi copa. Después de pagar, antes de volver a mezclarme entre la gente, eché un último vistazo. La mujer seguía mirándome. Disimulé y me mezclé de nuevo entre la gente, en busca de mi grupo.

domingo, 4 de septiembre de 2022

Una novia bien entrenada



La noche empezó con mi amigo Luis y yo tomando una copa en la terraza de un pub, mientras esperábamos a que llegara Mario. Habíamos llegado un poco antes de la hora acordada y habíamos aprovechado para pedir la primera bebida de la noche. A las once y media de la noche llegó puntualmente el que faltaba, pero no esperábamos que llegase acompañado. Nos saludó alegremente con un abrazo a cada uno. Luego se giró hacia su acompañante.
 - ¿Os acordáis de Silvia?
 - Claro. Hola, Silvia. - Respondí yo, dándole dos besos educadamente.
Y tanto que nos acordábamos de Silvia. Era la tremendamente sexy e increíblemente guapa novia de nuestro amigo Mario. Nos alucinó desde que la conocimos. Aquella noche llevaba un top rosa y negro cortito, que le dejaba el ombligo a la vista, y con mucho escote. También vestía una minifalda negra y tacones. El pelo castaño y liso le caía por la espalda. Sus labios pintados de rojo nos derritieron tanto a Luis como a mí en cuanto nos sonrió.

Tras pedir unas copas para ellos, se sentaron con nosotros. Yo intentaba prestar atención a las novedades que nos contaba Mario, pero mi atención se desviaba continuamente al escote de su novia Silvia. Tenía unos pechos muy grandes y bien puestos, y los lucía descaradamente. Yo daba tragos ocasionales a mi ron-cola y asentía disimuladamente, haciendo esfuerzos por distraer mi mirada de aquella diosa. Creo que a Luis le pasaba exactamente lo mismo. Sin casi darnos cuenta, ambos nos acabamos la bebida.
 - Vaya ritmo lleváis, eh. - Bromeó Mario. - Tendremos que ponernos al dia, ¿no, cariño?
 - Qué remedio... - Respondió ella, sonriente.
Se acabaron lo poco que quedaba de sus copas de un trago y, en seguida, Mario se giró hacia el camarero y le pidió otra ronda. La situación mejoraba cuando éramos Luis o yo los que hablábamos, centrándonos en nuestra charla o en escuchar al otro. Sin embargo, volvió a complicarse cuando Silvia nos contó sobre su trabajo de monitora de gimnasio. Pese a que sus ojos verdes eran preciosos, mi mirada caía hacia su escote una y otra vez. Me dio la sensación de que se dio cuenta en un par de ocasiones, pero debía de estar acostumbrada a ello pues ni se inmutó.

Ya llevábamos unas cuantas copas encima cada uno cuando a Silvia le apeteció entrar al pub a bailar.
 - ¡Ya vale con estar aquí sentados! Vamos a movernos un poquito, ¿no?
Me dedicó una mirada mientras decía eso que me provocaron toda clase de pensamientos sucios. A los tres nos pareció bien, así que pagamos las consumiciones y nos metimos dentro del local. En cuanto se escuchó la música, Silvia empezó a moverse sensualmente. La pista de baile estaba abarrotada. Nos abrimos paso como pudimos y nos quedamos en el primer hueco habitable que encontramos. Mario agarró a su novia y se pusieron a bailar. Luis y yo también bailábamos. El nivel de alcohol en sangre era el adecuado para no sentir vergüenza ninguna. De vez en cuando, Silvia se arrimaba para bailar conmigo. La música que sonaba incitaba a bailar muy pegados, pero Silvia no parecía tener problema con ello. Pegaba su culo a mí y lo restregaba por mi paquete al ritmo de la música. A Mario tampoco parecía importarle, pues nos veía claramente y se limitaba a sonreír. Eso me relajó, así que yo también comencé a pegarme a ella. Silvia también bailaba con Luis, que puso la misma expresión incómoda que yo al principio, hasta que se soltó. Así, Silvia iba de uno a otro bailando con todos.

miércoles, 12 de julio de 2017

Os dejo a mi mujer



De nuevo otra excitante historia que vivimos mi novia Mónica y yo en el club de intercambio que frecuentábamos. Esta vez estábamos en el bar tomando una copa tranquilamente cuando se nos acercó un hombre con una propuesta inesperada. Esa es parte de la gracia de un club de ese estilo, que nunca sabías cómo iba a acabar la noche.

El hombre nos contó con total naturalidad que uno de sus fetiches sexuales era ver a su mujer teniendo sexo con otras personas. Su mujer se había fijado en nosotros y él quería saber si estaríamos dispuestos a satisfacerlo de aquella manera. Insistió en que él no participaría en ningún momento, solo miraría, se tocaría y pediría alguna cosa. Vi el característico brillo en los ojos de Mónica de cuando le excita una idea, así que me animé a ello. Solo quedaba una cosa: ver a la mujer con la que teníamos que follar.

Le preguntamos quién era su mujer y él señaló a una mesa desde donde una mujer nos saludó tímidamente con la mano. Era pelirroja, con el pelo ondulado y pecas en la cara. Tenía un rostro inocente pero bonito. Aunque estaba sentada, parecía ser pequeñita. Tenía poco pecho pero su cuerpo en su totalidad resultaba atractivo. Con la mirada que compartí con mi novia quedó claro que a los dos nos había gustado, así que miramos al hombre y le dimos el "Sí, quiero... follarme a tu mujer."

domingo, 26 de marzo de 2017

La novia sumisa



A Carlota le encantaba ser sumisa en la cama y su novio Abel se ocupaba felizmente de hacerla sentir así. Ella siempre ofrecía una ferviente obediencia hacia quien le gustaba pensar que era su amo, mostrándose dócil ante el manejo de su pareja sexual. Experimentaba una excitación especial en sentirse usada y en satisfacer a su novio cumpliendo sus caprichos sexuales.

Esa noche Abel y Carlota habían recibido en su casa a un amigo de éste. Cenaron los tres acompañando sus charlas triviales con una botella de vino. Lo interesante vino después de la cena. Los anfitriones insistieron a David en que se acomodara en el salón mientras ellos acababan de recoger la mesa. Una vez llevados los últimos platos a la cocina, antes de volver para reunirse de nuevo con David, Abel se acercó a Carlota y la besó con fuerza. Metió la mano por dentro del pantalón de su novia y acarició su entrepierna con los dedos.
 - ¿Eres una buena sumisa?
 - Sí... - Contestó ella entre suspiros de excitación.
Carlota acariciaba el miembro de Abel por encima del pantalón. Sospechaba que se le habría pasado por la cabeza otra de sus perversas ideas.
 - Te gusta chuparla, ¿verdad?
 - Me encanta...
Carlota ya había empezado a desabrocharle el pantalón a Abel, deduciendo lo que quería.
 - No... - Interrumpió él. - Quiero que se la chupes a David.
 - ¿Cómo...? - A Carlota le pilló por sorpresa esa petición.
 - Me encantaría ver cómo se la chupas a mi amigo.
 - Pero... - El resto de la frase desapareció entre sus suspiros provocados por Abel, que ahora no solo acariciaba su coño sino que lo masturbaba metiendo los dedos.
Abel pasó a adoptar un tono más imperativo. Lo que antes parecía una petición ahora sonaba como una orden.
 - Te digo que le chupes la polla a mi amigo. ¿Eres una buena sumisa o no?
Carlota estaba cada vez más excitada. Abel nunca le había pedido algo así. Su sumisión siempre quedaba entre ellos dos. Sin embargo, el deseo de satisfacer a su novio superaba cualquier otro pensamiento. Aunque su primera reacción fue de rechazo, en su interior crecían las ganas de cumplir el capricho de su novio.