Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.

domingo, 10 de septiembre de 2023

En las redes de África


Esa noche, mis amigos y yo habíamos quedado para probar un restaurante que acababan de abrir. Estaba situado en una zona de la ciudad bastante desconocida para nosotros, por lo que, después de cenar, tuvimos que vagar sin rumbo hasta encontrar un sitio donde tomarnos unas copas. Nos topamos con un local que tenía buena pinta, al menos por lo que se veía desde fuera, así que nos decidimos a entrar. A día de hoy aún doy gracias por la suerte que tuve al llegar a aquel sitio, pues el destino me deparaba una experiencia increíble.

El local nos encantó nada más entrar. Elegante, con buen ambiente, pero no excesivamente lleno de gente. La primera parada fue la barra. Pedimos las copas a una guapa camarera que atrajo la atracción de todos los chicos del grupo... menos la mía. Yo me fijé en una mujer escultural con un vestido negro corto y ceñido que conversaba animadamente en un grupito. Era una mujer despampanante. Volví en mí una vez nos sirvieron las bebidas. Cogimos cada uno su vaso y nos perdimos entre la gente.

Un rato después, volví a la barra a por una segunda copa. Mientras esperaba ser atendido, busqué con la mirada a la mujer de antes, y la encontré en el mismo sitio, con el mismo grupo de gente y con el mismo cuerpazo. Me quedé mirándola demasiado rato y, casi como si tuviera un sexto sentido, de golpe se giró hacia mí y me pilló mirándola descaradamente. Nuestras miradas se cruzaron de golpe. Me invadió una vergüenza tremenda. Si no fuera por la tenue iluminación del local, se me habría notado sonrojarme. Aparté la mirada lo más rápidamente que pude y me centré en observar cómo la camarera acababa de servirme mi copa. Después de pagar, antes de volver a mezclarme entre la gente, eché un último vistazo. La mujer seguía mirándome. Disimulé y me mezclé de nuevo entre la gente, en busca de mi grupo.

Estuve charlando, bailando y riendo con mis amigos. Me percaté de que había mucha gente atractiva a nuestro alrededor. Un par de los chicos de mi grupo intentaron entablar conversación con unas chicas, pero no duraron mucho. También nos visitó algún hombre presentándose a las mujeres de nuestro grupo, aunque ellas no mostraron interés. Pasó un largo rato hasta que, de nuevo, mi vaso se vació. Tercera visita a la barra. Esta vez no miré hacia la mujer, por vergüenza de que me pillara otra vez. Pedí mi copa, esperé a que me la sirvieran y, cuando estaba a punto de girarme para volver a mi grupo...
 - ¡Hola!
La despampanante mujer estaba junto a mí, saludándome con una simpática sonrisa. Era guapísima. De cerca se apreciaba mucho más. Tardé un poco más de lo habitual en reaccionar, pero finalmente lo hice.
 - Eh, hola...
 - Soy África.
 - Juan. Encantado.
Nos dimos dos besos. Ese mínimo contacto con su mejilla, junto a su dulce olor y a su mano posada inocentemente en mi pecho mientras nos saludábamos, fue suficiente para ponerme un poco nervioso. Lo reconozco.
 - Es la primera vez que vienes, ¿no? Vengo bastante a este local y nunca te había visto.
 - Sí. Hemos acabado aquí de casualidad.
 - ¿Con quién has venido?
 - Con unos amigos. - Los señalé. - ¿Y tú?
 - También con amigos. - Señaló al grupo. - Y mi novio. Es el de la camisa negra.
Debí disimular muy mal porque África no pudo evitar una sonrisa, pero seguimos hablando con naturalidad.
 - ¿Alguna de ellas es tu novia? Son muy guapas.
 - Tuve un lío con la de azul, pero hace ya mucho.
 - No se pondrá celosa por verte hablando conmigo, ¿no? - Bromeó África con una sonrisa.
 - Ella no lo sé, pero ellos seguro que sí.
Le hizo gracia. Se rio al tiempo que me tocaba el brazo con actitud juguetona.

África era muy agradable. Congeniamos enseguida y hablamos durante un largo rato. Tenía una voz muy tierna que me encandilaba. Reconozco que, durante nuestra larga conversación, tuve que esforzarme mucho para que no se me fueran los ojos a sus pechos, y no solo porque eran grandes, sino también porque el vestido tenía un curioso escote con tiras que dejaba prácticamente la mitad de cada pecho al descubierto. Un escote muy llamativo para lucir un buen par de pechos. Me concentré en dirigir mis ojos hacía los suyos. Eran muy bonitos. Marrones, a juego con su pelo castaño ondulado. En un par de ocasiones, África se apoyó sobre la barra, inclinándose hacia delante y de esa forma ofreciendo un mejor ángulo de visión de su escote, y entonces sí que me fue imposible no mirar. Parecía hacerlo a propósito y, o no se dio cuenta de mis miradas indiscretas, o no le importaban.

No supe nada más de mis amigos aquella noche. Tampoco me importó, ni me preocupé por saber de ellos. Estaba entregado completamente a conocer a África. Me sentí un poco incómodo cuando se acercó el chico de la camisa negra, quién había dicho que era su novio, para decirle algo al oído.
 - Nos vamos ya. - Me dijo luego ella.
Supuse que ahí acababa mi momento. Entonces me asaltó una duda. África me encantaba, ¿debía pedirle su número? Pero tenía novio... No solo eso, sino que además estaba ahí mismo. No tuve mucho tiempo para debatir en mis fueros internos, ya que África me sorprendió de nuevo.
 - Vamos a tomar la última en mi casa. ¿Te quieres venir?
Dudé un instante, pero ella no me dejó ni responder.
 - Venga, vamos. - Dijo rápidamente al tiempo que me cogía del brazo y me llevaba con ella.

Acabé en casa de África con ella, su novio Guille y otra pareja de amigos suyos. Pusieron música, nos servimos unas copas y nos acomodamos en el salón para seguir de charla. Eran todos muy majos y era agradable conversar con ellos. Sin embargo, hubo momentos en los que la conversación se tornaba un poco picante. Hablaban de sexo delante de mí con total naturalidad, pese a que me acababan de conocer. Me resultó un poco incómodo al principio, pero terminé por acostumbrarme. Se veía mucho tonteo entre las dos parejas. Me dio la sensación de que, si no llego a estar yo presente, habrían acabado follando entre ellos. "Seguro que ya lo han hecho alguna vez..." pensé. Pero lo que más nervioso me ponía era tener a África sentada junto a mí, con su cuerpo rozando el mío en todo momento, con sus repetidas caricias tontas en el brazo, con las irresistibles vistas a su escote cada vez que se inclinaba e incluso con su mano posada cada dos por tres en mi pierna, acariciándola... Juraría que me estaba tentando, pero luego recordaba que su novio estaba delante. De no ser así, me habría abalanzado sobre ella sin dudarlo. Aunque quizá simplemente era una persona cariñosa que cogía confianza fácilmente. Quizá solo era su forma de ser, y no quería decir que quisiera hacer conmigo todas las guarradas que para entonces yo ya me había imaginado haciendo con ella. Pero es que cada vez que me miraba... Sus brillantes ojos tiernos me hacían desear lanzarme sobre ella a abrazarla y besarla, mientras que su sonrisa traviesa me impulsaba a ponerla contra la mesa y darle sin piedad. Pero luego la veía bailar sensualmente al ritmo de la música que daba ambiente a nuestra pequeña reunión y lo que se me antojaba era tumbarme y dejarme hacer lo que ella quisiera. En cambio, lo único que podía hacer era mirar a Guille con envidia. Mucha envidia.

No fui consciente de la hora que era hasta que la pareja de amigos dijo que se iban.
 - Sí, es tarde. - Dije mirando el reloj.
En parte porque de verdad era tarde y en parte porque sobraba un poco si me quedaba yo solo con la pareja de novios. Sin embargo, el diablo volvió a aparecer en mi hombre para tentarme. El diablo representado por los labios de África susurrándome al oído:
 - No tienes por qué irte...
Y para rematar la insinuación, me plantó un beso en los labios. Un beso corto y simple, pero que me dejó impactado.
 - ¿Te tomas la última, Juan? - Preguntó luego en alto, esta vez a oídos de todos.
 - Eh... Sí, vale. - Conseguí responder.
Me quedé sentado en silencio, mientras los anfitriones acompañaban a la pareja a la puerta.

Tras despedirse de ellos, África y Guille desaparecieron en la cocina indicándome que servirían unas copas más. Me quedé solo en el salón unos instantes, absorto en mis pensamientos, descolocado completamente después del beso de África. Volvieron con una copa cada uno en sus manos.
 - Toma, amor. - Dijo África con ternura, pero en lugar de darme el vaso en la mano, lo dejó sobre la mesita que estaba a mi lado.
No tuve tiempo ni de coger la copa para dar un primer trago pues, para mi sorpresa, África separó las piernas y se dejó caer hacia delante sentándose en mi regazo, pegando su cuerpo al mío. Sentí sus enormes tetas oprimidas contra mi pecho. Evidentemente, mi mirada cayó a su escotazo, ahora muy cerca de mi cara, pero África levantó mi cara suavemente empujando mi mentón hacia arriba con la punta de su dedo... y me besó. Esta vez no me pilló tan de improvisto y le devolví el beso de inmediato. Sus labios eran deliciosos. Nuestras bocas se fundieron y nuestras lenguas se conocieron por fin. Fue un beso que desprendía tensión sexual a raudales. Sus manos acariciaron mi pecho un momento, pero luego cogieron las mías y las llevaron a sus pechos. Apreté sus senos con ganas, como un adolescente que toca teta por primera vez, aunque cierto era que no había disfrutado nunca de unas como esas. África se movía ligeramente encima de mí, restregándose sobre mi regazo, provocando un roce, obviamente voluntario, con mi miembro por encima del pantalón. La desilusión momentánea que sentí cuando separó sus labios de los míos, contrastó con la ilusión al ver que deslizaba lentamente los tirantes de sus vestidos, provocando que cayeran por sus hombros. Se bajó el vestido hasta liberar sus tetas frente a mis ojos.
 - ¿Te gustan? - Preguntó al ver mi obvia cara de asombro.
 - ¿Tú qué crees?
África sonrió y hundió mi cara entre sus tetas. Noté su mano colándose por dentro de mi pantalón mientras yo chupaba sus tetas y lamía sus duros pezones, saboreando el increíble postre que me había deparado aquella noche. Me recreé con esas maravillas mientras sentía las caricias de África en mi miembro. Despegó mi cara de su pecho para volver a besarme, esta vez un beso corto. El siguiente beso fue en el cuello. Cuando el tercer beso fue en mi pecho, empecé a emocionarme. Y no me equivoqué, porque, tres besos después, África estaba arrodillada entre mis piernas y besándome el glande. Tras saludar educadamente a mi polla semierecta con unos besos, se fue directa a por mis huevos. Fue como si adivinara lo mucho que me gusta que me los estimulen, y no dudó en lanzarse a comérselos. Se ensañó con ellos a base de chupar, lamer, besar y succionar. Consiguió con ello una tremenda erección. Fue delicioso, pero nada comparable con su boca abrazando mi polla. Su aliento caliente y húmedo, sus suaves labios rozando mi tronco bajando y subiendo, yendo desde el glande hasta hacer tope con mi pubis. Una maestra del oral.

De repente... me acordé. Fue como si mi mente solo hubiera tenido atención para África durante un tiempo, pero entonces me acordé de su novio. Me giré hacia el otro sofá y allí estaba. Bebía tranquilamente de su copa mientras observaba la escena. Aparté la mirada. Me sentía incómodo. Nunca había hecho nada parecido. Nunca había sido observado teniendo sexo, y mucho menos por el novio. Por suerte, esa incomodidad no duró mucho. Se disipó cuando de reojo me percaté de que Guille se la sacaba y comenzaba a masturbarse mirándonos. Bueno, concretamente mirando a su novia chupándosela a alguien que acababa de conocer. Curiosamente, eso me tranquilizó. De alguna forma, saber que estaba excitado al vernos así, me calmó. Tanto me calmó que alcancé la copa de la mesita y le di un trago mientras con la otra mano acariciaba el suave cabello de África, que en ningún momento había sacado la cabeza de mi entrepierna. Un auténtico lujo.

África se incorporó, abandonando su lugar entre mis piernas y dejando mi miembro goteando saliva, para volver a su sitio anterior. Levantó la parte baja del vestido hasta su cintura. Llevaba un precioso tanga azul con transparencias. No me hizo falta esforzarme por ver a través de las transparencias, pues de inmediato África apartó su tanga a un lado, dejando totalmente visible su bonito coño depilado. Comenzó a rozarlo contra mi polla. Arriba y abajo. Lentamente. Ese roce me estaba poniendo a mil. África dejó caer su cuerpo sobre el mío y nos fundimos en un pasional beso, a través del cual noté su respiración acelerada. Yo deseaba cada vez más que se sentara sobre mí e invadirla por dentro, pero tendría que esperar un poco. África tenía otros planes. Se levantó del sofá y me ofreció su mano. Se la di, dejando luego que me condujera hasta el dormitorio. Una vez allí, soltó mi mano y se dirigió lentamente hacia la cama. Por el camino, se quitó el vestido del todo, dejándolo caer al suelo, así como los tacones. Cuando llegó al borde de la cama, inclinó el cuerpo hacia delante y deslizó su tanga por sus largas piernas hasta que llegaron al suelo. África se desnudaba por completo mientras yo observaba desde la puerta, acariciándome el miembro erecto. Entonces subió a la cama, se arrodilló en el colchón, apoyó las manos y se giró para mirarme. A cuatro patas en la cama, totalmente desnuda, con el culo levantado hacia arriba y su sexo descubierto ante mí, me dijo:
 - ¿A qué esperas?
Subí a la cama a toda prisa y me arrodillé detrás de ella. Agarré sus nalgas con las manos, deleitándome con esa vista de su culo levantado hacia mí. Sus tetas me habían asombrado desde el principio, pero lo cierto es que su culo también era espectacular. Se me aceleró el corazón. Pero no era momento de ser tímido ni recatado. Era momento de darlo todo. Me tocaba esforzarme para darle a África toda la caña que se merecía. Y no pensaba reprimirme.
 - ¿Qué te parece? - Preguntó África. - ¿Te gusta mi... - ¡Zas!
Corté su pregunta con un azote que me salió del alma, que resonó en toda la habitación y provocó un saltito de África.
 - Mmmm... Ya te vas soltando... - Fue su respuesta.
La mía fue soltarle otro azote. Miré su coño con ansia. Estaba deseando penetrarla, pero antes tenía que probarla. Pegué mi cara a su coño y lo lamí con ganas. Saboreé su delicioso sexo chorreante, consiguiendo que brotara de ella algún gemido tímido. Moví mi lengua lo mejor que pude, tratando de al menos acercarme al nivel oral que África había demostrado antes. Dudo mucho que lo consiguiera. Cuanto más se lo comía, más ganas me entraban de metérsela, así que no esperé más. Apoyé la punta de mi polla en su coño, frotando lentamente.
 - Métela... Vamos... - Suplicó ella.
Me excitó oírla suplicar. Hasta entonces, África había llevado la iniciativa y el control de la situación, así que ahora era excitante verla a cuatro patas, entregada a mí y rogando que se la metiese, mientras yo la torturaba rozando mi glande por los exteriores de su sexo.
 - Métela, joder.
No quise tentar más a la suerte. Empujé un poquito, introduciendo la puntita en su interior.
 - ¿Así? - Bromeé.
 - Más.
 - ¿Seguro?
 - Que me la metas, joder.
 - Tú lo has querido, preciosa...
De un empujón, mi polla resbaló en su interior hasta hacer tope. África gritó y se retorció.
 - Sí, joder... Así...
La sujeté de la cintura y comencé el vaivén, penetrándola hasta el fondo con cada movimiento.
 - ¿Así?
 - Sin piedad...
Y no la tuve. Mis embestidas eran fuertes, duras y profundas, y sus gemidos salvajes, a la vez que dulces. Sus pechos bailaban al ritmo de mis movimientos.
 - Azótame, joder. - Pedía África.
Obedecí, abofeteando su nalga sin parar cesar en mis penetraciones.
 - Más fuerte...
Le di un azote tan fuerte que mi mano se marcó instantáneamente en su culo. Me asusté por un segundo, por si me había pasado, pero su reacción me dejó claro que le había gustado mucho. Eso me excitó mucho. La mirada de África se desvió a un lado de la habitación. Yo también miré, y vi que Guille se había sentado en un sillón en la esquina del dormitorio. Nos miraba con sonrisa cómplice mientras se acariciaba. África desvió su mirada de nuevo, esta vez para mirar hacia atrás y dedicarme una sonrisa traviesa.
 - Vamos, Juan... Dame más fuerte...
Agarré con más firmeza su cintura y aumenté la fuerza con la que la embestía. África gritó de placer.
 - ¡Más fuerte! - Pidió entre gemidos.
Metí una marcha más. A ese ritmo no dudaría mucho, pero para África nunca era suficiente. ¡Más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Más! ¡Más! Gritaba sin reprimirse. Alcancé mi máximo. Aunque quisiera, era físicamente imposible para mí darle más fuerte, así que añadí otro factor: la cogí del pelo y tiré de él mientras la embestía. Ella gimió. Yo aguanté todo lo que pude penetrándola a máxima velocidad mientras tiraba de su pelo, esperando que fuera suficiente. Por suerte, aguanté lo suficiente como para conseguir arrancarle un tremendo orgasmo que hizo temblar su cuerpo. Su orgasmo tuvo un placentero e inesperado efecto en mí que casi provoca que me corra dentro de África. Y por un momento estuve a punto de dejarme ir y descargar en su interior, pero reaccioné a tiempo. Le solté el pelo y la cintura, permitiendo que se derrumbase sobre la cama, y por fin me corrí. Mi esperma se derramó sobre su culo enrojecido, salpicando ambas nalgas.

Exhausto, me desplomé sobre la cama. Cuando recobró el aliento, África me agradeció el esfuerzo con un tierno beso en los labios. Luego caminó hasta una mesita, de donde sacó unos pañuelos para limpiarse mi orgasmo de su piel. Una vez limpia, fue a por más. Fue hasta el sillón donde estaba Guille y se arrodilló entre sus piernas. Desde la cama vi cómo su cabeza comenzó a moverse arriba y abajo, a lo cual acompañó un largo suspiro de Guille. Esta mujer era insaciable... Estuve unos minutos tirado en la cama, observando cómo África recompensaba la paciencia de su novio, quién había sabido esperar su turno mientras disfrutaba del espectáculo que había dado su pareja con otro hombre. Yo, que había experimentado lo que África sabía hacer con su boca, sabía que la espera le había merecido la pena.

Guille no pensaba quedarse sin su buena ración de África. La levantó de entre sus rodillas, la llevó a trompicones hasta la cama y la lanzó bruscamente contra el borde del colchón. África no se resistió. Cayó sobre la cama quedando de nuevo a cuatro patas, pero esta vez con las rodillas en el suelo y el cuerpo boca abajo sobre el colchón. No pareció importarle repetir postura. Guille se colocó detrás de ella y comenzó a penetrar a su novia. Fue excitante ver en primer plano las caras de placer de África mientras recibía una tras otra. La insaciable mujer fijó su mirada en mi polla, luego en mis ojos y entonces se relamió al tiempo que me hacía un gesto con el dedo para que me acercara. Me arrastré por el colchón hasta que mi pelvis quedó a la altura de su cabeza, permitiendo que África jugueteara con su lengua y mi polla flácida.
 - Veamos si consigo reanimarte... - Me susurró sensualmente, al tiempo que me guiñaba un ojo.
Inmediatamente después, mi miembro volvió a sentir la humedad de sus labios y la calidez de su boca. Era encomiable la habilidad con la que chupaba mientras Guille no le daba tregua desde detrás. Era obvio que no era una novata en compartir cama con dos hombres. Sus lamidas y succiones terminaron por conseguir su propósito. Mi polla comenzó a crecer poco a poco en su boca hasta que volvió a endurecerse al máximo. África sonrió satisfecha y besó con dulzura su juguete con las pilas recargadas, para luego volver a introducírselo en la boca. Una fuerte e inesperada embestida de Guille pilló a la pobre África por sorpresa, propinándole un empujón que le hizo clavarse mi polla en el fondo de su garganta. Yo gemí. África tosió. Pero no se quejó lo más mínimo. Me gustó esa sensación, así que agarré su cabeza y empujé hacia abajo de nuevo, forzando mi polla a invadir su garganta. Entró casi entera, pero no por completo. África tosió de nuevo. Permití que cogiese aire durante unos segundos, y luego volví a empujar su cabeza hacia abajo. Bajó tanto como antes, pero cuando parecía que de nuevo no podría pasar de ahí, cerró los ojos con fuerza, hizo un esfuerzo extra, y al fin consiguió engullirla entera. Fue delicioso sentir sus labios inferiores rozando mis huevos, su garganta alojando todo mi miembro. Guille me hizo un gesto, el cual entendí al momento. Siguiendo su consejo, apreté con mis dedos las fosas nasales de su novia, impidiendo la entrada de aire. La sensación fue aún más placentera al sentir cómo intentaba coger aire por la boca, totalmente invadida por mi polla. Guille había cesado sus movimientos durante unos segundos, y esperó a ese momento exacto para, de repente, propinar de nuevo una dura embestida a su novia, que la impulsó aún más contra mí. Después, la liberamos.
 - Cabrones... - Dijo, salivando y con débiles lagrimillas brotando de sus ojos.
Fue divertida la complicidad que tuvimos Guille y yo para putear a África. La mantuvimos durante el resto de la noche.

No había descanso posible para África. Guille volvía a penetrarla desde atrás con las mismas ganas que antes. Yo seguía tumbado, prestando mi miembro para que ella se entretuviese, pero ahora permitiéndole libertad. Una extraña mueca en la cara de Afri me delató que algo estaba ocurriendo. La razón era que Guille había insertado un dedo en el culo de su novia, mientras seguía penetrándola. Más tarde, una nueva mueca evidenció que un segundo dedo se había unido al primero en su agujero. Hubo un tiempo de adaptación. Me ilusioné pensando en probar esa nueva opción con esa increíble mujer. Afri me debió ver las intenciones.
 - Lo siento, cariño, pero eso aún no está abierto a visitas. Todavía lo estoy entrenando.
Guille sacó entonces un objeto metálico y reluciente. Era un plug. África tuvo que parar de chupármela para concentrarse en permitir ese objeto externo entrar por su puerta trasera. Costó un poco, pero lo consiguió. Ya con ese nuevo invitado en acción, Guille retomó su vaivén, y África retomo sus cabezadas. Ese estímulo añadido fue muy efectivo con ella, pues unos minutos después tuvo su segundo orgasmo. Guille la embistió desde atrás, yo forcé su boca con mi polla y Afri se corrió fuertemente mientras dos de sus agujeros estaban siendo abusados y el tercero ocupado.

Como quien ve cumplida su misión, Guille se apartó de África.
 - Demuestra a nuestro invitado lo que sabes hacer, zorrita.
Remató su orden con un azote en la enrojecida nalga de su novia, quién reaccionó como una yegua a la que dan de espuela, abalanzándose sobre mí. Se sentó a horcajadas sobre mi polla, que tan bien había lubricado con su propia boca, y se dejó caer cuidadosamente. Mi polla se deslizó en su interior con facilidad hasta tocar fondo. Tras un par de segundos de aclimatación, África empezó a moverse encima de mí. Cada vez más rápido. Hacia arriba y abajo. Hacia delante y atrás. En círculos. Todo un repertorio de movimientos que me hacía retorcerme de placer. Dejé que ella llevara el control completamente, únicamente poniendo de mi parte unos firmes agarrones a sus nalgas mientras África me cabalgaba. Guille volvió a unirse a nosotros. Se puso de pie junto a África y agarró su cabeza, acercándola hacia su pelvis. Ella abrió la boca, preparada para recibir su polla. Guille, sin embargo, agarró su miembro con la mano y asestó con él unos golpes en la lengua de su novia. Repitió el gesto, pero ahora contra su mejilla, abofeteando así la cara de África con su polla.
 - El premio para el buen comportamiento de una zorra son unos buenos pollazos. - Dijo.
"Estoy de acuerdo", pensé. Pero mi atención volvió de inmediato a centrarse en las tetas de África, que bailaban a escasos centímetros de mi cara, describiendo un bamboleo hipnótico al ritmo de la cabalgada. Joder con África, qué movimientos de cintura... De no ser porque ya me había corrido un rato antes, África me habría exprimido en cuestión de minutos. Pero aguanté y aguanté, mientras nuestros gemidos entrelazados retumbaban por la habitación, y la polla de su novio entraba y salía de la boca de tan impresionante mujer.

Me tuve que quitar a África de encima prácticamente de un empujón para evitar correrme dentro de ella. Segunda vez aquella noche que estuvo a punto de ocurrir. Guille se tumbó en la cama, reclamando su turno. África era incansable; enseguida se subió encima de su novio y continuó sobre él tan magnífica cabalgada. Yo me quedé tirado unos segundos, lo justo y suficiente para recuperar el aliento, con mi miembro como una piedra apuntando hacia el techo. Volví a unirme a ellos en cuanto pude. Adopté la misma posición que Guille tenía antes, acercando mi polla a la cara de África. Ella se lanzó a chuparla en cuanto la vio, pero yo recordé lo que Guille había hecho antes y me apeteció hacer lo mismo, así que agarré la cabeza de África y golpeé su precioso rostro varias veces con mi polla. Fue súper morboso. Ella sonreía y sacaba la lengua para recibir en ella los golpecitos. Se notaba que disfrutaba de esas guarradas. Disfrutaba siendo una cerda.

La cabalgada de Afri pasó poco a poco a convertirse en una frenética percusión desde abajo de su novio Guille. La agarraba de la cintura y levantaba la pelvis velozmente entrando y saliendo de su interior. Y todo ello con el plug aún incrustado en su culo. Todo ese movimiento complicaba la tarea de su novia de centrarse en estimularme oralmente, así que era yo quien sujetaba su cabeza y me follaba su boca a mi antojo. Guille empezó a gruñir. Estaba claro lo que estaba a punto de suceder. Sus gruñidos aumentaron gradualmente hasta que el último y mayor de ellos lo acompañó con un movimiento fuerte con el que clavó su polla en las entrañas de África al tiempo que se corría dentro de ella. Aproveché el momento para clavarla yo también, y empujé hasta insertarla hasta el fondo en su garganta. Se notaba que la garganta ya daba más de sí, pues entró entera con tremenda facilidad. Ante tales invasiones, Afri puso los ojos en blanco y tuvo el tercer orgasmo de la noche.

Guille se retiró de debajo, satisfecho y vaciado, y su novia cayó rendida en la cama, jadeando. Todo su cuerpo estaba sudado. Relucía bajo la luz del techo. Su pelo estaba alborotado. Tenía el aspecto de una auténtica leona tras una intensa pelea. Por primera vez la vi cansada. Respiraba hondo, exhausta, pero me miró fijamente y vi en sus ojos la certeza de que aún le quedaba una misión por cumplir. Pensaba cumplirla, pero iba a ser a su manera. Me cogió la mano y me sacó de la cama, para luego empujarme bruscamente contra la pared, y finalmente arrodillarse frente a mí. Mi miembro volvió a encontrarse con esa boca tan familiar. Esta vez fue distinto. África chupaba con fuerza e intensidad. No era como las veces anteriores, en las que lo hacía con más calma, disfrutando los tiempos. Ahora se notaba que buscaba con ímpetu hacerme correr cuanto antes. Y lo estaba consiguiendo. Se me escaparon unos suspiros entrecortados. Afri se levantó del suelo y, cogiéndome con firmeza del cuello con una mano y masturbándome con la otra, me miró a los ojos con cara de perra.
 - Córrete en mis tetas, Juan... - Dijo con un tono que sonó casi a amenaza.
Eso ayudó, pues a mí estas frases guarras me ponen muy cerdo. Asentí para mostrar mi aprobación. Llevaba toda la noche obsesionado con esas tetas, por supuesto estaba encantado de correrme en ellas. Pero aún me faltaba un poco para llegar, así que empujé de nuevo a África hacia el suelo. El papel dominante de África terminó de repente en cuanto acató mis deseos sin rechistar. Arrodillada de nuevo, planté mis huevos en su boca mientras me masturbaba por mí mismo buscando mi orgasmo. Era morboso ver sus ojos tiernos ahí abajo, clavados en los míos, mientras sentía su lengua recorriendo mis huevos. Cuando estuve a punto, me separé un poco de ella y apunté hacia abajo. África sacó pecho hacia mí, ofreciéndome sus pechos. Chorros de esperma salieron disparados de mi miembro regando las tetas de África, quién no dejaba de mirarme a los ojos. Me vacié del todo sobre ella, hasta dejar sus senos bien pintados y chorreando semen. Con una sonrisa, Afri se masajeó las tetas junto con mi corrida, como si de crema se tratase. Una cerdada bien bonita de ver.
 - Yo me voy a la ducha, que me habéis dejado perdida. - Sentenció ella, tras levantarse y darme un dulce beso en los labios. - Puedes quedarte a dormir en la habitación de invitados si quieres. Es tarde.
Mientras ella se duchaba, Guille me llevó a la que sería mi habitación para esa noche, mientras yo no dejaba de pensar en la suerte que él tenía de poder disfrutar de África a diario.

Vacío, cansado y satisfecho, aquella noche dormí como un tronco. A la mañana siguiente desperté con una sonrisa de oreja a oreja. Obviamente, había soñado con África. Pero ni siquiera el sueño superaba las cosas que habíamos hecho la noche anterior. Me parecía tener aún los gemidos de Afri grabados en mi cabeza. Poco a poco me di cuenta de que no era eso, sino que de verdad estaba oyendo sus gemidos. Lejanos, pero juraría que los oía. Era consciente de que no debía andar fisgando por la casa, pero la curiosidad podía conmigo. Desafiando la privacidad de mis amables anfitriones, salí a hurtadillas de la habitación, buscando el origen de los gemidos. Como era de esperar, me llevaron hasta el dormitorio principal. La puerta estaba entreabierta, así que no pude resistirme a asomarme. África estaba tumbada boca arriba en la cama, con las piernas abiertas y los tobillos apoyados en los hombros de Guille. Él, entre sus piernas, la penetraba incesantemente. La cara de placer de Afri era excitante. Noté que mi miembro crecía en mis calzoncillos. Comencé a acariciarme mientras les espiaba desde detrás de la puerta, dudando si entrar para unirme a ellos o si se lo tomarían mal por invadir un momento íntimo en pareja. No me dio tiempo a decidir, pues Guille acabó y la función terminó. Volví a mi habitación sigilosamente.

Al meterme en la cama, mi miembro seguía duro. Me lo pensé, pero no me sentía cómodo masturbándome en una habitación que no es mía, después de que amablemente me hayan dejado dormir en su casa. Estaba pensando en ello cuando me llevé un susto tremendo al abrirse la puerta de repente. Me tapé como pude. Apareció África, totalmente desnuda.
 - Buenos días, Juan. - Saludó subiéndose a la cama. - ¿Te gusta lo que has visto?
Me puse colorado al momento. Sentí una vergüenza terrible. Pensaba que no me habían visto, pero estaba claro que me equivocaba. No supe ni qué responder. Quería disculparme, pero no me salían las palabras. Quizá tenía demasiada sangre acumulada en mi miembro.
 - Tranquilo, no pasa nada. - Sentí un alivio tremendo al escuchar eso.
Entonces, su mirada cayó hasta mi entrepierna, y lo que vio le provocó una sonrisa.
- Pues ahora habrá que hacer algo con esto, ¿no? - Dijo, acariciándomela por encima de la sábana. - Lo he provocado yo, así que lo justo es que yo me encargue.
Yo seguía en silencio, como anonadado por este súbito cambio de la vergüenza a la excitación.
 - Porque lo he provocado yo, ¿no? ¿O prefieres que venga Guille en mi lugar?
 - No, no. - Balbuceé. - Tú, tú.
 - Jajaja, qué mono. - Me acarició la cara con ternura. - Aún estás adormilado. Una buena mamadita mañanera te vendrá bien.
No podía estar más de acuerdo. África se coló por debajo de la sábana, acomodándose entre mis piernas.

Recibí un beso de buenos días en la punta de mi glande, y luego más besos por el tronco, el pubis, los huevos... Los besos se tornaron en húmedos lametones, de arriba abajo, saboreando... África se lo tomaba con calma. Finalmente, sus deliciosos labios me abrazaron y comencé a notar el roce subiendo y bajando. Aparté parte de la sábana, lo justo para poder ver lo que hacía. Estaba preciosa incluso recién levantada. Y aún más con parte de mí en su boca. Acaricié su cabello. Instintivamente, surgió de mí empujar ligeramente su cabeza hacia abajo. Afri me apartó la mano con suavidad.
 - Relájate y déjame a mí.
Esta vez, África quería desplegar su magia sin interferencias. Y su espectáculo incluía muchos trucos. Como sacar la lengua y darse suaves golpecitos en ella con mi polla, algo que me daba mucho morbo ver. Esa misma lengua luego recorría lentamente cada rincón de mis huevos, cuidando bien de ellos para asegurarse de que estaban bien atendidos. Esa increíble lengua que siguió bajando y bajando hasta llegar a lugares donde nunca antes había sentido eso, pero dónde Afri se desenvolvía con soltura y gusto. La lengua más traviesa que había conocido.

África se había reservado el mejor truco para el final.
 - Esto te va a gustar. - Afirmó con una sonrisa, mientras se agarraba los senos.
Con mucha sutileza, dejó caer unos hilillos de saliva que cayeron entre ellos. Usó los dedos para restregar la saliva por la zona de una forma muy erótica, lubricándola. Una vez lista, aprisionó mi polla entre sus tetas y, muy suavemente, comenzó a moverse, masturbándome. Era tremendamente placentero. Ya me habían hecho alguna cubana antes, pero nunca con unos pechos tan perfectos. Levanté la mirada y me topé con los ojos de África clavados en mí. Sus preciosos ojos de color caramelo brillaban con la luz de la mañana que entraba por la ventana. No dejaba de mirarme mientras me masturbaba con sus tetas, disfrutando con cada expresión de placer que yo ponía. Cuando pensaba que aquello no podía ser más placentero, llegó la guinda del pastel. Afri agachó ligeramente la cabeza, abrió la boca e introdujo mi glande en ella. Me dejé caer en la cama, apoyando la cabeza en la almohada, presa de un intenso placer. Sus tetas no paraban de friccionar con mi polla, al tiempo que chupaba la punta. Noté que me iba a correr, así que cerré los ojos y me dejé llevar. Me agarré a las sábanas, gruñí y apreté los dientes mientras sentía que me vaciaba, notando continuamente sus labios alrededor de mi glande y su lengua nadando juguetona. Fue una descarga abundante. En ningún momento dejé de sentir los labios de África, por lo que sin duda toda mi expulsión había ido a parar a su boca. Para cuando miré hacia abajo ya no quedaba ni rastro, y ella se relamía sonriente.
 - Gracias por el desayuno. - Bromeó con dulzura. - Vamos a por un café.
Me cogió de la mano y salimos juntos de la habitación a por un auténtico desayuno.

Esta es la historia de cuando conocí a África y nuestra primera aventura juntos. Desde ese momento, guardo su número y dirección como oro en paño.



Este relato está inspirado en África (@SweetAfrica10) y Guille (@Guillesweet100) y está dedicado a ellos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario