Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.
Mostrando entradas con la etiqueta Sexo oral. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sexo oral. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de febrero de 2025

Mientras conduces

Mientras conducía, Juan vislumbró fugazmente las elegantes medías de Luna, vistiendo sus bonitas y largas piernas, a través del retrovisor. Ella se dio cuenta, y a Luna le gusta mucho jugar… Como quien no quiere la cosa, levantó un poquito más su vestido. Segundos después, la mirada de Juan volvió a reflejarse en el retrovisor disimuladamente. Luna sonrió al sentir que estaba consiguiendo lo que buscaba. Se remangó el vestido un poco más. Sus piernas al completo estaban a la vista ahora. Juan se dio cuenta de lo que hacía.
- Luna… - Protestó, aunque eso no evitó que echara otra miradita.
Ignorándole, Luna subió su vestido una vez más. Ahora se podían llegar a ver sus braguitas negras con transparencias. Por la expresión de Juan, notó que empezaba a ponerse nervioso.
- Luna… Estate quieta…
Pero ella no tenía intención de obedecer. De hecho, lo siguiente que hizo fue posar su mano en la pierna de Juan. Primero inocentemente, pero luego fue subiendo la mano por el muslo del conductor.
- Luna, por favor, que estoy conduciendo…
Haciendo oídos sordos, Luna llegó con su mano hasta la entrepierna de Juan. La acarició suavemente por encima del pantalón, dibujando su forma con los dedos. Le encantó sentir que se estaba endureciendo. Juan se aferraba al volante con fuerza.
- Luna, va…
Al fin, Luna apartó la mano, pero solo fue para recogerse el pelo en una coleta y después preguntar con una sonrisa juguetona y voz tontorrona:
- Entonces, ¿quieres que pare?
Juan fue incapaz de seguir resistiéndose.

Sin apartar la vista de la carretera, Juan escuchó el sonido de su bragueta abriéndose. Tragó saliva cuando Luna le sacó el miembro del pantalón y suspiró cuando sintió la lengua lamiendo de arriba abajo. Tras unos lametones iniciales, la boca de Luna envolvió su polla, acogiéndola con su húmeda calidez. A Luna le encantó sentir la polla de Juan creciendo en su boca, hasta alcanzar una dureza que hacía imposible abarcarla entera en ella. Juan acarició el pelo de Luna, casi como un agradecimiento, mientras su cabeza subía y bajaba entre él y el volante. Presa del placer que le generaban los labios de Luna, aceleró sin darse cuenta y la velocidad era más alta de lo habitual en él. Cada gemido de Juan ponía a Luna más y más cachonda. Con una mano era suficiente para sujetar la polla mientras se la comía, así que deslizó la otra por debajo de su vestido para acariciar su chorreante coño. Juan conducía por el carril central por miedo a desviarse accidentalmente, así que los coches pasaban tanto por el carril derecho como por el izquierdo, y alguno de ellos se giró para mirarlos sin disimulo. Luna estaba tan cachonda que ya hasta se metía los dedos, y engullía la polla del conductor tan profundamente como podía. Apunto estaba de saltar encima de él y cabalgarlo, si no fuera por el peligro que eso suponía en plena conducción. Tuvo que reprimirse y seguir chupando, solo unos minutos más, hasta que provocó el orgasmo de Juan.
-        Me voy a correr… Tengo que parar…  - Sollozó él, al tiempo que ponía el intermitente para salir por una vía de servicio.
Pero Lara no había terminado su juego.
-        Si paras, yo también paro… - Amenazó.
-        Joder… - Protestó Juan, tragando saliva, pero obviamente accedió.
Un minuto después, en plena carretera, conduciendo a unos 100 km/h, Juan explotó en la boca de Luna. Se agarró al volante, gruñó y se corrió. Luna fue capaz de tragarlo todo sin siquiera cesar sus movimientos de cabeza. Succionó las últimas gotas del glande antes de incorporarse de nuevo en el asiento con sonrisa de satisfacción. La cara de Juan era un poema. Luna abrió la guantera en busca de toallitas.
-        Tranquilo, yo te limpio.



martes, 18 de febrero de 2025

Sobre el potro

Mía estaba más que acostumbrada a estar a cuatro patas, pero no tanto a que fuera subida a un potro, y menos con las manos atadas a la parte delantera. Estaba ansiosa por descubrir todas las formas posibles de usar tal aparato con L, además del aparato de L. Ver cómo se acercaba a ella con el miembro duro y una sonrisa en la cara la puso a mil. Si no hubiera estado atada al potro, se habría abalanzado sobre él. Pero esta vez estaba entregada a sus juegos perversos. Lo primero que hizo él fue posicionarse delante de ella, quedando el miembro a centímetros de su cara. La boca de Mía se abrió automáticamente. Sacó la lengua al máximo hasta conseguir lamer su glande, pero no llegaba a más. Miró hacia arriba a L con ojitos suplicantes. Con un suave movimiento de pelvis, L accedió a los deseos de Mía, introduciendo el miembro entre sus tiernos labios. Mía lo recibió en la boca con gusto, saboreándole, aportándole la calidez húmeda tan placentera de su boca, y estimulándole con su juguetona lengua. Mía también estaba más que acostumbrada a usar su boca, pero con las manos atadas y L agarrándole del pelo, era más bien él quien usaba su boca. L controlaba el ritmo y la profundidad. Mía la recibía en su garganta, salivaba por delante y chorreaba por detrás...


lunes, 10 de abril de 2023

Amigos anónimos



Licki estaba tan nerviosa como excitada. Aún no podía creer lo que estaban a punto de hacer, y eso que había sido idea suya. Surgió como una idea loca durante una noche de juegos de beber entre amigos, pero ahora estaba a punto de hacerse realidad. Las cuatro chicas se miraron entre sí. Todas tenían una sonrisilla nerviosa en sus rostros. Tras despedirse tímidamente de los chicos, se adentraron en el oscuro pasillo y se metieron aleatoriamente en las cabinas individuales.

Licki se encontró en una pequeña cabina escasamente iluminada por una tenue luz. Solo había cuatro paredes y un taburete. Bueno, y un agujero. Licki miró el agujero de la pared y se le aceleró el corazón. Eso que había visto en tantos vídeos y con lo que tanto había fantaseado, pese a no saber si algún día se atrevería a probarlo, al fin estaba allí para ella. Un agujero a la gloria. Se sentó en el taburete, frente al agujero. No le convenció la pose, así que apartó el taburete y se arrodilló en el suelo. Así mejor. Se recogió el precioso pelo rojo en una coleta. Ahora sí estaba preparada. La cabina contigua estaba tan oscura que no se podía ver nada. Licki pensó en lo que estaba a punto de hacer y se sintió un poco cerda, pero eso la puso aún más cachonda. Notó que su entrepierna empezaba a humedecerse y no pudo evitar deslizar la mano por dentro de sus pantalones, acariciándose.

Un ruido en la cabina contigua interrumpió su precalentamiento. Oyó la puerta abriéndose y cerrándose. Unos pasos. Un cinturón desabrochándose. Una bragueta bajándose. Licki conocía bien ese sonido, que siempre le provocaba que la boca se le hiciera agua. Se relamió ante lo que estaba a punto de llegar. Y al fin llegó. Por el agujero apareció de golpe una polla que quedó a escasos centímetros de su boca. Su olor le invadió las fosas nasales. Pese a estar flácida, la polla era de un tamaño considerable. Licki se sorprendió, pues no sabía que uno de sus amigos estuviera tan bien cargado. Se quedó unos segundos mirándola, con tremenda curiosidad por quién sería el dueño de esa herramienta, pero saberlo habría quitado la gracia de aquel “juego”.

domingo, 23 de mayo de 2021

La lengua de Mariana



Mariana y yo nos conocimos el primer año de universidad. Íbamos a la misma clase y, junto con otros cuatro amigos y amigas, formábamos un grupo en el que todos nos llevábamos bien. Éramos más que compañeros, ya que solíamos salir bastante juntos fuera de la universidad. Además, siempre que había que hacer trabajos o se acercaba un examen, era común que nos juntáramos todos para aunar esfuerzos. Mi amiga Mariana me gustó desde el primer momento. Su personalidad alegre, su simpatía, su gracia natural, su agradable trato con todos, la confianza que transmitía... Cuánto más tiempo pasábamos juntos más me gustaba. Sin embargo, con lo tímido que era yo en aquella época, me sentía incapaz de actuar en consecuencia.

Recuerdo que empezó a ser difícil para mí mantener la concentración durante las sesiones de estudio con el grupo. No podía parar de mirar a Mariana. Me encantaba su piel negra, que tanto contrastaba con sus ojos claros, su pelo marrón y rizado, su blanca sonrisa perfecta... Por lo visto yo no era muy disimulado, porque más de una vez me miró justo cuando yo la estaba mirando. Ella sonreía y yo me sonrojaba. Pero todo quedaba ahí, nada más.

Concentrarse en el estudio se hacía más difícil cuanto más calurosa era la época, porque Mariana, lógicamente, llevaba ropa más fresca. Mis miradas se debatían entre sus ojos claros y su escote. Era difícil no fijarse en sus grandes pechos. Más aún cuando éramos jóvenes de dieciocho años con las hormonas revolucionadas. Había veces que Mariana se acercaba mucho a mí cuando repasábamos algo. Incluso posaba su mano en mi pierna. No sé si lo hacía sin darse cuenta o le gustaba ponerme nervioso, pero el caso es que lo hacía.

Hubo un día, ya entrado el verano, que quedamos a estudiar los exámenes de junio en casa de uno de los del grupo. Nos invitó a su casa porque tenía piscina, lo que venía genial para darse un chapuzón en los descansos del caluroso estudio. Mi cara debió ser un poema cuando Mariana salió a la piscina con el biquini puesto. Sus turgentes senos se sujetaban incomprensiblemente con pequeños trozos de tela. Y por si eso no fuera suficiente, también tenía un imponente culo con grandes nalgas. Un cuerpazo que no pasaba desapercibido entre los chicos del grupo. Su personalidad y su belleza ya me enamoraban, pero es que además tenía un cuerpazo, unas curvas impresionantes. No recuerdo si llegué a retener algo de lo que estudié aquel día, pero sí recuerdo perfectamente lo que hice al llegar a casa. Me metí en el baño a... pensar en Mariana. Los detalles quedan entre mi mente y yo. Por desgracia, solo me atrevía a tener algo con ella en mi imaginación.

viernes, 9 de abril de 2021

Hermanastra


Cuando Luis llegó a la casa de su padre ya estaban allí sus familiares. La familia se había reunido con motivo del cumpleaños de su padre, quien le recibió en la puerta junto con su mujer, la madrastra de Luis. Él se llevaba muy bien con ella y con toda su rama familiar, así que no era ningún esfuerzo acudir a estos encuentros familiares. En el salón se encontró con sus tíos y tías, algún primo, e incluso con sus abuelos, los padres del cumpleañero. Luis no había podido estar en la comida familiar, pero sí que había podido escaparse del trabajo un poco antes para pasar la tarde con sus familiares. Tras saludar a todos los presentes, se abrió una cerveza y se sentó en el sillón a hablar con su tío.

Diez minutos después de la llegada de Luis, sonó el timbre de la casa. El padre fue a abrir la puerta y, después de oírse unos saludos de fondo en el hall de entrada, hizo aparición en el salón una invitada más. A Luis se le iluminaron los ojos al verla. Era Berta, la hija de su madrastra. O lo que es lo mismo, su hermanastra. A Luis le atraía sexualmente desde que se conocieron. Berta era de la misma edad que Luis y siempre había sido muy amigable con él. Ese día llevaba hecha una coqueta trenza con su pelo rubio, que le caía por encima del hombro derecho. Sus ojos claros relucían bajo la intensa luz del salón. Vestía recatadamente, pero su grueso suéter no era suficiente para disimular del todo sus grandes pechos. Berta fue saludando uno a uno a todos los familiares. Cuando llegó a Luis, le saludó con timidez.

Durante la celebración, Luis no perdió de vista los movimientos de Berta. Le atraía muchísimo su hermanastra. Se pasó todo el rato deseando que se quitara el suéter para poder ver mejor sus pechos, aunque fuera con la camiseta por encima. Cada vez que Berta le daba la espalda, Luis miraba con disimulo su prieto culo embutido en sus ajustados pantalones vaqueros. Hasta el toque inocente de su trencita le ponía cachondo. Cada vez que coincidía que se miraban los dos, Berta apartaba rápidamente la mirada hacia otro lado.

viernes, 12 de abril de 2019

Microrrelato: Gloryhole - Ella



Con gran incertidumbre, Natalia se metió en aquella cabina y cerró la puerta tras ella. Se encontró en un espacio reducido y oscuro. Empezó a dudar de si aquello era buena idea. En realidad, desde que se le ocurrió por primera vez, siempre había tenido algo de duda, pero el morbo por probar aquella experiencia había sido su impulso para animarse a ello. Poco a poco, su vista se fue acostumbrando a la oscuridad, hasta que consiguió discernir unos pequeños agujeros en las paredes. Eso era todo. Un pequeño habitáculo con una puerta hermética con pestillo y paredes negras. Dos de ellas, las que estaban enfrentadas, con un agujero a la altura de la cintura. Natalia sabía perfectamente para qué eran. Al fin y al cabo, para eso estaba ella allí. Se quedó de pie, sin saber qué hacer, fruto de su inexperiencia. Entonces le pareció oír un ruido en la cabina contigua. Se quedó inmóvil, esperando. Nada. Unos segundos más... Nada. Al fin, de repente, por uno de los agujeros apareció un miembro masculino flácido. A Natalia se le aceleró el corazón. Le pareció un miembro bonito, bien afeitado, apetecible, delicioso. Tardó un poco en reaccionar. Luego se arrodilló con cuidado en el suelo, frente al agujero ahora ocupado. Aquella polla desconocida quedó a escasos centímetros de su cara. Notó que se ponía cachonda. Incluso el olor le ponía cachonda. No era de gran tamaño, pero era un pene bonito. No sabía por qué, pero deseaba tener esa polla en la boca. Se relamió. Tuvo un último instante de duda, pero su obsesión con el sexo oral era superior a todo. Tragó salvia y tiró para delante. Sacó la lengua, la apoyó en los huevos y relamió hacia arriba recorriendo toda la polla hasta la punta del glande. Escuchó un suspiro proveniente de la cabina contigua. Siguió lamiendo aquel miembro desconocido. Unas cuantas lamidas más fueron suficientes para que Natalia se relajara y comenzara a disfrutar plenamente del momento. Y así, ni corta ni perezosa, rodeó la polla con sus labios y la engulló. Subió y bajó friccionando el tronco con sus labios y jugueteando con la lengua por dentro de su boca. Notó cómo poco a poco la polla se fue endureciendo en su boca y acabó llenándola por completo. A Natalia le encantaba eso, notar una polla engrandecerse mientras la chupaba. Dejándose llevar por su instinto, Natalia miró hacia arriba buscando los ojos del hombre, pero se encontró con la pared. Sabía de la importancia del contacto visual, además de excitarle ver la cara de placer del recibidor de la mamada. Sin embargo, el morbo del anonimato era la experiencia que había ido a buscar. Mientras chupaba, se le venían a la cabeza las infinitas posibilidades de cómo podría ser el hombre al que estaba deleitando con su boca. Por el aspecto de su polla, pensó que debía ser alguien joven, pero era la única pista que tenía. Le ponía cachonda pensar que se la estaba chupando a un desconocido cualquiera, simplemente por vicio, y que seguramente nunca sabría quién era. Una vez duro del todo, el miembro resultó ser más grande de lo que parecía cuando estaba flácido, pero aun así no era ningún obstáculo para Natalia. Su amor por las felaciones le había hecho tener mucha experiencia de rodillas, así que muy grande tenía que ser un pene para no caberle en la boca. Con algo de esfuerzo, pero sin excesiva dificultad, Natalia conseguía alojar todo el miembro en su garganta, hasta notar su labio inferior rozar los huevos. Llegaba a tragársela entera, y una vez ahí podía aguantar unos segundos. Cada vez que lo hacía, oía suaves gemidos de placer a través del agujero. Por su parte, ella estaba muy mojada. Toda aquella situación la excitaba demasiado. Pese a que le gustaba usar todos sus recursos para hacer una buena mamada, inevitablemente una de sus manos se le iba de vez en cuando a la entrepierna, acariciándose por debajo de la falda. Percibió que el hombre iba a correrse en cualquier momento. Aumentó el ritmo de la felación buscando su orgasmo hasta que, sin previo aviso, chorretones de semen la invadieron. Lejos de amedrentarse, siguió chupando con fuerza mientras la corrida inundaba su boca. Tragó todo lo que pudo, pero la eyaculación era cuantiosa. Le caía de la boca, resbalando por su barbilla y goteando en el escote de su blusa. Sintió el líquido caliente colándose entre sus tetas. No paró de chupar hasta que cesó la eyaculación. Natalia cogió aire y se quedó mirando la polla goteando sus babas. Lamió y succionó las últimas gotas de esperma antes de dar por concluida la mamada. El miembro despareció por el agujero. Natalia se quedó arrodillada, con semen colgando de su barbilla, tocándose con la mano por dentro de las bragas mientras pensando en lo zorra que se sentía al haberse tragado la corrida de un completo desconocido. Entonces oyó algo a sus espaldas. Se giró y descubrió que otra polla había aparecido en el agujero de la otra pared. Una sonrisa apareció en la cara de Natalia.



Lee la versión desde el otro lado de la cabina: Gloryhole - Él

domingo, 24 de marzo de 2019

Microrrelato: Gloryhole - Él



Por un lado, estaba nervioso e inseguro. Por otro, la situación era muy excitante. Estaba a un paso de vivir una experiencia muy morbosa. Con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos, miraba el agujero en la pared sin estar del todo convencido. Tras unos minutos de duda, finalmente me lancé. Me pegué a la pared y metí mi miembro por el agujero. Mis nervios iban en aumento. Me quedé inmóvil. No pasaba nada. Pasaron unos segundos y seguía sin pasar nada. Estaba empezando a dudar de nuevo cuando, de repente, me dio un vuelco el corazón al notar una húmeda lengua recorrer mi polla desde los huevos hasta el glande. Me dio hasta un escalofrío. Después de ese lametón vinieron unos cuantos más. Unos finos labios de mujer envolvieron mi miembro. Primero solo cubrían mi glande, pero luego bajaron lentamente, y aliento húmedo y caliente de una boca fue engullendo mi polla. Esos labios suaves me producían un gran placer con su fricción. Subiendo y bajando. Mi miembro, al principio fláccido, creció rápidamente en su boca, hasta endurecerse al máximo. Notaba los labios bajando cada vez más. Cada vez era mayor la cantidad de mí que notaba en el interior de su boca. Así hasta que llegó a hacer tope. Hasta que llegué a notar el labio superior rozando mi zona púbica y el inferior tocando mis huevos. La misteriosa mujer debía tener muy controlada la habilidad de respirar por la nariz, porque fue capaz de aguantar la situación durante largos segundos. Cuando cogía aire aprovechaba para juguetear con la lengua, lamiendo todo lo que tenía a su alcance. Lamía la polla de arriba a abajo y también le dedicaba tiempo a los huevos. Después volvía a la carga. Me daba morbo no saber cómo era la mujer que estaba al otro lado de esa pared, en la cabina contigua. Podía ser joven, madura, soltera, casada, alta, baja, nórdica, latina, pija, punky, con más o menos curvas, rubia, morena, pelirroja... incluso rapada. Era excitante pensar que una mujer cualquiera había entrado allí para satisfacer su antojo oral con el miembro de un desconocido. Que ponía todo su ímpetu en regalar un orgasmo a un hombre que nunca conocería. No sabía cómo era ella, pero lo que sabía seguro es que no era la primera mamada que hacía. Me estaba encantando. Mi única aportación era quedarme quieto, dejando mi pene a merced de otra persona. Lo único que se oía era el sonido de chupeteo que acompañaba la mamada. Poco a poco esa boca desconocida me iba acercando al orgasmo. Debió de notarlo porque aumentó el ritmo de la felación. Aguanté todo lo que pude pero no sirvió para mucho. Apreté todos los músculos de mi cuerpo y exploté. Noté con mucho placer cómo eyaculaba cuantiosamente en el interior de su boca. Ella no se detuvo en ningún momento. Siguió chupando con las mismas ganas mientras mi corrida inundaba su boca. Y así estuvo hasta que se aseguró de que había dejado de correrme. Mi polla salió de su boca y quedó colgando, goteando babas. Me quedé quieto, por si decidía hacer algo más. Me salió bien porque enseguida noté su lengua relamiendo los restos de semen de mi miembro. Luego sus labios se posaron en mi glande y una succión se llevó consigo las últimas gotas que me quedaban. Tras cerciorarme de que la mamada había terminado definitivamente, me limpié con unos pañuelos, me vestí de nuevo y me fui a casa imaginando qué tipo de mujer habría sido la que tanto placer me había proporcionado con su boca.



Lee la versión desde el otro lado de la cabina: Gloryhole - Ella


lunes, 16 de julio de 2018

Lenguas en la oscuridad



La habitación estaba en la más absoluta oscuridad. Todo era negro. No era capaz de distinguir ni lo más mínimo los bordes de los muebles que suponía yo que habría en ese cuarto. Por esta razón, me costó comenzar a andar, pero finalmente me aventuré. Di pasos cortos y lentos para evitar cualquier golpe. Avancé muy lentamente entre las sombras hasta que el tacto de una mano en mi hombro me detuvo. El repentino contacto me asustó en un principio, pero en seguida conseguí controlar mis pulsaciones. Me detuve de pie en medio de la oscuridad. A la mano posada en mi hombro izquierdo se sumó otra en el hombro derecho. Por el tacto de los dedos noté que ese alguien estaba detrás de mí, pero aún así no me giré. No sabía cómo comportarme y lo único que se me ocurría era esperar a ver qué pasaba.

Aquellas desconocidas manos me quitaron la camiseta con delicadeza. Al acariciar mi torso ahora desnudo, noté la suavidad de las manos y estuve casi seguro de que se trataba de una mujer. Mis sospechas se confirmaron cuando noté los pechos desnudos de esa mujer tocando mi espalda. Noté incluso sus pezones duros. Después de unas pocas caricias, las manos se dirigieron a mi cinturón y lo desabrocharon. El primero sonido que se oyó en aquella habitación fue el de mis pantalones cayendo al suelo. Las manos acariciaron mi entrepierna por encima de mis bóxers, para luego colarse por dentro y agarrar mi polla. Me masajeaba el miembro con dulzura, lentamente, casi diría que con cariño incluso. Lo que empezó como caricias siguió como sacudidas. Seguía siendo con delicadeza, pero ya era una paja en toda regla. Se detuvo para quitarme también los calzoncillos, que bajaron hasta encontrarse con mi pantalón, pero después dejé de notar las manos en mi cuerpo.

Pasaron unos segundos en los que me quedé inmóvil deseando volver a notar esas manos suaves. Sin embargo, lo que noté fue incluso mejor. Una lengua comenzó a jugar con mi glande, haciendo círculos. Me puse tenso. La lengua fue recorriendo mi miembro por todos sus rincones, incluyendo por supuesto los huevos, con los que también se entretuvo.

lunes, 20 de abril de 2015

El agujero de Andrea



Pablo y sus amigos se acercaron a una de las mesas grandes de la cafetería. En ella había dos chicas sentadas, Andrea y su amiga. La mesa era suficientemente grande como para sentarse dos grupos de personas sin molestarse unos a otros, sin embargo Andrea no lo veía así.
 - Eh, raritos, está ocupado. - Dijo en tono burlón.
Los chicos, tímidos como siempre, no dijeron nada y se buscaron otra mesa.

Andrea, Pablo y sus respectivos amigos iban todos a la misma clase en la universidad, y de ahí se conocían. Realmente su relación iba poco más allá de saber quienes son. Andrea era muy guapa y tenía un cuerpazo, y como ocurre en muchos casos así, eso se le subía a la cabeza y le hacía mirar a los demás por encima del hombro. Básicamente era muy creída. Era una tía buena pero una zorra. A Pablo y sus amigos nunca les ha dirigido la palabra en tono amistoso, siempre despectivamente. Solía vestir con buen escote para lucir su prominente delantera, y cuanta menos ropa mejor. Tenía un bonito pelo castaño ondulado que hacía juego con sus ojos.

Más tarde ese mismo día, en el descanso de una de las clases, a Pablo se le escapó una furtiva e involuntaria mirada al escote de Andrea, con tan mala suerte que ella se dio cuenta.
 - ¡¿Qué haces mirándome las tetas, pervertido?!
Pablo bajo la mirada al suelo, sonrojado. Oía las risitas de las amigas de Andrea.
 - Seguro que luego se la casca y todo, qué asco...
La verdad es que Andrea había sido la protagonista de sus fantasías y de las de sus amigos en alguna ocasión.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Regalo de cumpleaños anónimo



Llego a casa por la noche, abro la puerta y me encuentro con seis jovencitas ligeras de ropa tiradas en el suelo y los sofás, chismorreando y riendo. Era mi compañera de piso y cinco chicas más. Todas en shorts cómodos y camiseta corta. La verdad es que me sentí un poco incómodo ante tal situación.
- Hola Juan. Éstas son unas amigas, no te importa que se queden a dormir, ¿no? No haremos ruido. Y entre la habitación que hay libre, la mía y los sofás, no hay problema de espacio. - Dijo mi compañera de piso al darse cuenta de que había llegado.
- Hola. No, tranquila, no hay ningún problema.

Mi compañera era una chica medianamente atractiva. No era un pibón, pero no estaba mal. Entre nosotros no había nada sexual pero sí mucha confianza. Ella ya se había paseado alguna vez por la casa en bragas sin importarle que estuviera yo, y alguna noche la había oído gemir y decir guarrerías cuando traía algún chico a casa. Lejos de avergonzarle, a la mañana siguiente me contaba los mejores detalles.

De las otras cinco había tres morenas, una rubia y una de pelo castaño. Una de las morenas tenía una impresionante delantera. Con esa camiseta corta y ajustada se notaba que no llevaba sujetador, e incluso se le marcaban ligeramente los pezones. Otra morena estaba tumbada boca abajo en la alfombra, y le salía un culo respingón increíble, apenas cubierto por los shorts. La última morena no la vi muy bien, ya que estaba sentada en el sofa de espaldas a mí, pero su rostro era precioso. La rubia tenía un pelo muy bonito, y unos ojos claros que me enamoraron al posarse en los míos. Sus pechos eran de tamaño medio pero redonditos y de buen ver. Su camiseta era más corta que la del resto y dejaba el ombligo al aire, luciendo un brillante piercing. Y la quinta chica tenía su pelo castaño recogido en una coleta. Sus tetas también eran grandes. Estaba sentada en el suelo de espaldas a mí, y eso me permitió ver un seductor tanga morado asomando por su pantaloncito. Cinco tías buenas medio desnudas en mi salón.
- Nos ha dicho que hoy es tu cumpleños... - Comentó felizmente una de las morenas.
Yo asentí sonriente. Las cinco chicas me felicitaron al unísono mientras mi compañera de piso sonreía, ella ya me había felicitado por la mañana.
- Gracias a todas. - Dije sonriendo como un niño. - Ahora me voy a dormir que llego cansadísimo.
Nos despedimos y me metí en mi habitación. Una vez acostado oía las risitas de las chicas y susurros ininteligibles. Sin embargo estaba realmente cansado y no me molestó en absoluto para dormirme, lo cual sucedió a los pocos minutos.