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viernes, 9 de abril de 2021

Hermanastra


Cuando Luis llegó a la casa de su padre ya estaban allí sus familiares. La familia se había reunido con motivo del cumpleaños de su padre, quien le recibió en la puerta junto con su mujer, la madrastra de Luis. Él se llevaba muy bien con ella y con toda su rama familiar, así que no era ningún esfuerzo acudir a estos encuentros familiares. En el salón se encontró con sus tíos y tías, algún primo, e incluso con sus abuelos, los padres del cumpleañero. Luis no había podido estar en la comida familiar, pero sí que había podido escaparse del trabajo un poco antes para pasar la tarde con sus familiares. Tras saludar a todos los presentes, se abrió una cerveza y se sentó en el sillón a hablar con su tío.

Diez minutos después de la llegada de Luis, sonó el timbre de la casa. El padre fue a abrir la puerta y, después de oírse unos saludos de fondo en el hall de entrada, hizo aparición en el salón una invitada más. A Luis se le iluminaron los ojos al verla. Era Berta, la hija de su madrastra. O lo que es lo mismo, su hermanastra. A Luis le atraía sexualmente desde que se conocieron. Berta era de la misma edad que Luis y siempre había sido muy amigable con él. Ese día llevaba hecha una coqueta trenza con su pelo rubio, que le caía por encima del hombro derecho. Sus ojos claros relucían bajo la intensa luz del salón. Vestía recatadamente, pero su grueso suéter no era suficiente para disimular del todo sus grandes pechos. Berta fue saludando uno a uno a todos los familiares. Cuando llegó a Luis, le saludó con timidez.

Durante la celebración, Luis no perdió de vista los movimientos de Berta. Le atraía muchísimo su hermanastra. Se pasó todo el rato deseando que se quitara el suéter para poder ver mejor sus pechos, aunque fuera con la camiseta por encima. Cada vez que Berta le daba la espalda, Luis miraba con disimulo su prieto culo embutido en sus ajustados pantalones vaqueros. Hasta el toque inocente de su trencita le ponía cachondo. Cada vez que coincidía que se miraban los dos, Berta apartaba rápidamente la mirada hacia otro lado.

Al cabo de un rato, Berta se excusó, subió las escaleras y entró al cuarto de baño del piso de arriba. Tras aliviar sus necesidades y lavarse las manos, se contempló a sí misma en el espejo. Se arregló un poco la trenza del pelo y se retocó el poco maquillaje que llevaba. Cuando estuvo lista, se dirigió a la puerta y quitó el pestillo. Al abrirla, se asustó al encontrarse de bruces con Luis, quien se apresuró a meterse en el baño con ella, a trompicones.
 - ¿Qué coño haces? - Se quejó Berta, mientras él volvía a poner el pestillo.
La contestación de Luis fue lanzarse a su cuello, rodeándola con las manos hasta agarrarle el culo.
 - ¿Pero qué...? Luis, para...
Berta le quitó rápidamente las manos de su trasero.
 - Venga... Me pones mucho... - Le susurró él.
 - Que somos hermanos, joder.
 - Hermanastros. - Corrigió, mientras volvía a usar sus manos cual pulpo.
 - Es lo mismo.
 - No te parecía lo mismo en la cena de Navidad.
A Berta le vinieron a la cabeza fugaces imágenes de lo que pasó aquella noche. Se sintió tan avergonzada como excitada.
 - Luis, joder, no me voy a acostar contigo. Somos familia, coño.
 - Me conformo con lo de la otra vez... - Dijo él sonriendo.
Más imágenes aparecieron en la mente de Berta. Incluso sabores. Empezó a notar que se estaba calentando. Intentó reprimirse. Sin embargo, a esas alturas ya ni siquiera evitaba que las manos de Luis manosearan sus pechos por debajo del suéter y la camiseta.
 - Ya te dije que no lo volvería a hacer.
 - Vamos, Berta... Si te gustó tanto como a mí...
Luis cogió su mano y la puso en su paquete. Berta la sintió dura bajo el pantalón. Se mordió el labio involuntariamente. No quería volver a caer. Eso estaba mal.
 - Ya, pero... No. Osea, sí, pero no... - Los nervios ya no le dejaban pensar con lucidez.
Apartó la mano de la entrepierna de Luis.
 - Que no, Luis. Esto está mal, joder.
Ella seguía resistiéndose, pero en el fondo el morbo de la situación le estaba humedeciendo las bragas. Y se sentía mal consigo misma por ello.
 - No está mal, Berta. Está muy muy bien. - Insistía él.
 - Pero están todos abajo. Nos van a oír.
Berta ya buscaba excusas a la desesperada.
 - No haremos ruido. - Replicó Luis, quien viendo que Berta estaba empezando a ceder ya se estaba desabrochando el pantalón.
Ella se dio cuenta y se le aceleró el pulso.
 - Joder... - Suspiró Berta, mirando al techo. - Luis, van a notar que tardamos mucho. Nos meteremos en un lío.
 - Será rápido, estoy muy cachondo... Y tú lo haces tan bien...
Berta sabía que la adulaba para conseguir su propósito, pero también sabía que era cierto que se le daba bien. Cuando Berta miró hacia abajo y vio la polla de Luis, durísima, apuntando hacia ella, rozando su cadera... Supo que ya no había marcha atrás.
 - Pero córrete rápido, joder.
Berta se arrodilló en el suelo y engulló la dura polla de Luis tan de golpe que se la clavó en la garganta.
 - Uf... Ves cómo tenías ganas... Ya lo sabía yo.
A ella le jodieron estas palabras, pero en el fondo sabía que tenía razón.

Toda la familia continuaba la celebración en el piso de abajo, ajenos a lo que hacían Luis y Berta en el baño del piso de arriba. Ella, arrodillada en el suelo, notaba el frío mármol en sus rodillas y el caliente miembro de Luis en su boca, y se concentraba en darle el máximo placer posible para que acabara cuanto antes. Él, apoyado en la pared, posaba su mano derecha en la parte trasera de la cabeza de Berta, acompañando su movimiento.  Miraba hacia abajo y veía en primera persona a su hermanastra comiéndosela, pero él prefería mirar al espejo del baño, que le ofrecía una imagen completa de los dos, y desde una perspectiva en la que veía mejor su polla entrando y saliendo de la boca de Berta. Veía el hilillo de saliva que colgaba de su barbilla. Veía cómo le acariciaba suavemente los huevos con sus delicados dedos. Veía cómo cerraba con fuerza los ojos cuando hacía un esfuerzo por metérsela entera en la boca.
 - Eso es... Sigue, hermanita...
Berta miró hacia arriba mosqueada.
 - No me digas eso. - Se quejó con el ceño fruncido.
 - Está bien, pero sigue...
Ella retomó la mamada con la misma intensidad. Mientras chupaba la polla de su hermanastro, le pasaron por la mente los recuerdos de la primera y única historia que habían tenido. Luis y ella encerrados en una habitación de la casa donde se encontraban celebrando la cena de Navidad en familia. Besándose y manoseándose. Excitados por el morbo añadido de la relación entre ellos. Recordaba cómo había sido ella quien le había desabrochado el pantalón a Luis y se había deslizado hacia abajo en la cama hasta que su cara estuvo a la altura de la entrepierna de su hermanastro. De cómo había disfrutado metiéndose su polla en la boca y practicándole buen sexo oral. Y de cómo un grito desde el salón pidiendo a toda la familia que se reuniera les había interrumpido justo cuando ella le había susurrado al oído a él que si tenía condones. Ese grito que les devolvió a la realidad, les cortó el rollo y les hizo reunirse con el resto, teniendo que pasar el resto de la noche con el calentón en el cuerpo, sin conseguir otra posibilidad de rematar la faena. Se tuvieron que conformar con masturbarse más tarde, cada uno en su casa, pensando en lo que había ocurrido entre ellos. Aunque luego Berta se alegró de no haber traspasado ese límite con su hermano, e insistió en que aquello había sido un error.

Estos recuerdos no hicieron sino provocar que Berta se mojase más. No sabía si goteaba más por la boca o por el coño.
 - Joder... - Se quejó Berta, viendo que la mamada se estaba alargando demasiado. - Venga, córrete.
 - Tú no pares...
Ella siguió a lo suyo, pero entonces Luis la interrumpió.
 - Oye... - Le dijo mirándola a los ojos. - Esto te gusta, ¿no?
Berta no fue capaz de mentirle.
 - Sí... - Reconoció, sonriendo a su hermanastro. - ¿Y a ti?
 - Joder, claro. Lo haces genial.
Más animada, Berta usó sus labios, su lengua y sus manos con la mayor habilidad que pudo conseguir dados los nervios que recorrían su cuerpo por no querer que les pillaran. Entonces se acordó de un truquito que había aprendido con su exnovio y que tal vez funcionara también con su hermanastro. Comenzó a acariciar el ano de Luis con el dedo. Al ver que no se quejaba, hizo algo de fuerza y le introdujo el dedo por el culo. Luis gimió. Eso delató que estaba funcionando. Siguió usando el dedo al mismo tiempo que chupaba y no tardó en hacer efecto.
 - Ya va... Ya me corro...
 - Córrete en el váter, vamos. - Pidió ella.
 - No pares, no pares... - La ignoró él, empujándole la cabeza hacia su pelvis para que siguiera.
Berta emitió un ligero gruñido y puso cara de resignación, pero siguió chupando. Segundos después, un torrente de semen caliente y espeso inundó su boca. Luis tuvo que reprimirse para no gemir demasiado alto. Ella tuvo que esforzarse para que no se le escapara nada de la boca. Lo último que quería era bajar con la familia con una mancha de esperma en la ropa. Cuando dejó de sentir chorros de semen derramándose en su lengua, se la sacó al fin de la boca. Luis respiraba profundamente con una sonrisa tonta en la cara. Berta se levantó del suelo con mala cara y se apresuró a escupir la corrida en la pila del baño.
 - Deberías comer mejor. - Le dijo a Luis, que aun descansaba con los pantalones por los tobillos.
 - Perdona por eso, es que... - Empezó a excusarse mientras se ponía los pantalones.
 - Tranquilo, no importa.
 - Buf, muchas gracias. Eres genial. - Dijo Luis mientras acariciaba con dulzura el rostro de Berta.
 - Y tú eres un cerdo... - Dijo ella sonriendo tímidamente. - Esto no puede seguir así, eh.
Luis se dirigió a la puerta del baño, ignorando esas últimas palabras de su hermanastra.
 - Espérate un poco antes de volver, por si acaso.
Y con esas palabras se largó del baño. Berta se quedó allí, cachondísima, con la mano rozándose la entrepierna involuntariamente. Pero en el fondo agradecida de que se hubiera ido, porque sino quizá habría acabado follándoselo.


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