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lunes, 3 de febrero de 2020

Escándalo público



Ángela y Carlos salieron del local a toda prisa y sin quitarse las manos de encima el uno del otro. Avanzaban calle abajo sin soltarse ni por un momento. Carlos acariciaba el firme culo de Ángela, deseando llegar a casa para hacerlo suyo. Solo se detenían para besuquearse lascivamente.
 - ¿Falta mucho para llegar a tu casa? - Preguntó Ángela tras unos cinco minutos de caminata.
 - Está cerca.
Pero la excitación se había apoderado de ella. Después de un buen rato bailando juntos al ritmo de una música sensual, con sus roces, caricias y miradas, Ángela estaba demasiado caliente. No podía esperar más. Se detuvo para besar a Carlos de nuevo. Esta vez, casi inconscientemente, deslizó la mano por dentro de su pantalón y acarició su miembro, el cual ya estaba un poco duro. En cuanto hizo contacto con la suave piel de sus dedos, la dureza aumentó hasta la completa erección. Notar la endurecida polla de Carlos fue la gota que colmó el vaso de la excitación de Ángela.
 - Yo no aguanto más. - Dijo entre jadeos.
Acto seguido empujó a Carlos hacia un callejón. Se adentraron en él entre risas, en las que se percibía claramente la tensión sexual.

En cuanto llegaron al final del callejón sin salida, Ángela se lanzó rápidamente al suelo, sin tiempo que perder. Bajó la bragueta del pantalón de Carlos, metió la mano y sacó su polla. Un segundo después la tenía en su boca. "Mmmm..." se le oyó a Ángela. Un sonido de claro deleite que denotaba las ganas que tenía de comérsela. Carlos emitió el mismo sonido al notar la calidez de su boca alrededor de la polla y su húmeda lengua acariciándola. Apoyó la espalda en la pared que tenía detrás y disfrutó de la maravillosa mamada de Ángela, la cual solo duró un par de minutos, ya que estaban deseosos por pasar a mayores.
 - Qué bien lo haces... - Le dijo Carlos.
 - Fóllame ya... - Fue su contestación.
Ángela se levantó y se apoyó en la pared. Carlos se puso detrás de ella. Levantó su vestido, apartó su tanga a un lado y se la metió. Ángela gimió de placer. Empezaron los vaivenes. La polla de Carlos invadiendo a Ángela una y otra vez. Follando ocultos en la oscuridad nocturna de aquel callejón. De repente, se oyó el rugir de un motor y apareció un coche en la entrada al callejón.

Para su horror, vieron que el coche giraba y se metía en el callejón. Y eso no era todo, además era un coche de policía. En cuanto el coche entró en el callejón, las luces de los faros iluminaron los cuerpos de Ángela y Carlos, que se habían quedado inmóviles, sin saber cómo reaccionar, ya que no había dónde esconderse. Se separaron de golpe y se colocaron la ropa. El coche se detuvo frente a ellos. Se apagaron los focos y salió un agente de policía del coche con una linterna en la mano.
-        Señores, ¿acaso no tienen ustedes casa para hacer estas cosas?
La luz de la linterna recorrió el cuerpo de Ángela desde sus tobillos hasta su cara, parando más de la cuenta en su pronunciado escote. Ese repaso que le dio el policía encendió aún más a Ángela, que aún seguía cachonda. No supo por qué lo hizo, quizá a causa del alcohol en sangre, pero Ángela puso su mano en la entrepierna del policía. Sorprendido, el agente la miró fijamente unos segundos, durante los cuales la mano de Ángela no se apartó de su paquete. Luego miró a Carlos.
-        Largo.
-        Pero… - Titubeó Carlos.
-        Largo o duermes en el calabozo.
Carlos miró a Ángela, que le sonrió. Se abrochó bien el pantalón y caminó cabizbajo hasta desaparecer.

Ahora la mano de Ángela apretaba con más fuerza el paquete del policía.
-        ¿Y usted? ¿Quiere dormir en el calabozo?
Ángela negó con la cabeza mientras sonreía nerviosamente. Estaba nerviosa, pero al mismo tiempo excitadísima. Se fue agachando lentamente hasta que sus rodillas tocaron el suelo, volviendo a la postura en la que había estado un rato antes con Carlos. El agente apagó la linterna. Ángela bajó la bragueta del pantalón del uniforme, metió la mano y sacó la polla del policía. Miró hacia arriba. El agente la miraba atentamente, con expresión seria. Le dio unos besos en la polla y la lamió suavemente. El semblante serio del policía ni se inmutó. Sin embargo, Ángela notó una mano empujándole la cabeza y cuando se quiso dar cuenta tenía la polla metida hasta la garganta. Quedó claro que el agente no estaba para tonterías. Ella captó el mensaje y empezó a chupársela con ganas.

Mientras estaba arrodillada dándole sexo oral al policía, Ángela oyó abrirse la puerta del coche y unos pasos hacia ella. Cuando se giró, un segundo agente de policía estaba de pie frente a ella y ya tenía la polla fuera. Sin pensárselo dos veces, Ángela se lanzó a probar ese segundo miembro que tenía a su disposición. Era menos gruesa que la otra, pero más larga. La chupaba con más facilidad, pero no llegaba a tragársela entera, como sí podía hacer con la del otro agente. Arrodillada en aquel sucio callejón, oculta en la oscuridad de la noche, Ángela utilizaba su experimentada boca para dar placer a un par de agentes de la ley. Cada vez que lo pensaba y era consciente de lo que estaba haciendo, se ponía aún más cachonda. Ya no estaba nerviosa como al principio, ahora solo disfrutaba. Daba lo mejor de sí buscando agradecer el sacrificado trabajo de los policías con una buena corrida en su boca.

Ángela iba de una polla a la otra, saboreándolas, y usando la mano para procurar no dejar desatendida la otra. Cuando uno de los dos se impacientaba, le daba con el miembro en la mejilla exigiendo cambio de turno y ella obedecía fielmente. Ángela estaba absorta en su tarea oral cuando le interrumpieron unas manos tirando de ella. El primer policía tiró de ella para levantarla y, una vez de pie, la empujó bruscamente contra el capó del coche. A Ángela se le aceleró el corazón y su excitación se disparó consciente de lo que iba a pasar a continuación. Notó cómo se levantaba su vestido, dejando su culo totalmente expuesto, y luego notó un fuerte tirón. Le había arrancado el tanga. Vio su tanga roto caer al suelo a un lado e, inmediatamente después, una gruesa polla se abrió paso por su coño. El delicioso roce interno de la penetración hizo gemir de placer a Ángela. El capó aún caliente del coche de policía calentaba sus pechos mientras era penetrada por el agente. La agarraba de la cintura y se la metía una y otra vez. Entre las sombras del callejón, Ángela veía la silueta del otro policía, masturbándose mientras observaba la escena y esperaba su turno. El primer policía no cesó en sus penetraciones hasta correrse. Gruñó unas cuantas veces y luego la metió hasta el fondo justo en el momento del orgasmo. Ángela notó una abundante corrida en su interior. Cuando acabó de eyacular, sacó su miembro y el coño de Ángela quedó enrojecido, caliente y goteando semen. Ella jadeaba de gusto. Incluso sonreía.

Ni siquiera se le pasó por la cabeza moverse. Sabía que le tocaba el turno al otro y estaba más que dispuesta a complacerle a él también. O, más bien, dejar que él se complaciese con ella. Efectivamente, en cuanto el primer agente se apartó, vio de reojo la silueta del segundo policía acercarse a ella por detrás. Notó unas fuertes manos agarrar sus nalgas con firmeza y separarlas para facilitar el acceso. El coñito de Ángela chorreaba de excitación. Sin embargo, para su sorpresa, fue por el otro agujero por el que decidió entrar el policía. Notó de repente su culo abriéndose y el miembro de aquel hombre invadiendo su interior. Ángela se estremeció. Por suerte, este segundo miembro no era tan grueso como el anterior. Pero era más largo. Tanto que a Ángela se le hizo eterno hasta que por fin notó los huevos tocar su coño, signo de que ya la tenía toda dentro. Supuso que, dada la eyaculación interna de su compañero en su coño, él había preferido usar la puerta trasera.

No era la primera vez que Ángela practicaba sexo anal, y eso se notó en que su cuerpo se acostumbró enseguida a ese invasor por el agujero secundario. Tras un par de avisos en forma de penetración lenta, el agente pasó a follársela por el culo con la misma intensidad con que su compañero lo había hecho por el coño. Ángela se moría de gusto. Estaba cachonda perdida. Todo en aquella situación le excitaba. Veía la silueta del otro agente en la oscuridad observándoles. La placa de policía que llevaba el segundo policía en el cinturón se le clavaba en el culo con cada embestida. Hasta eso le gustaba. Sentir el golpeo de los huevos en su chorreante coño cada vez que se la metía hasta el fondo. Ahí, tirada sobre el capó del coche, se sentía usada, y eso le ponía muchísimo. Usada egoístamente por un par de hombres de uniforme. Primero habían usado los dos su boca, y luego cada uno había usado uno de sus otros dos agujeros. Habría deseado tener otro agujero más y un tercer policía que se la follara por él. O incluso que volviera Carlos para terminar lo que había empezado antes de que llegaran los agentes. Que volviera y le follara la boca, el coño, el culo… Le daba igual. No quería parar. Jamás se había sentido así.

Desafortunadamente para ella, su gozo tuvo un fin. Pero un fin muy delicioso. Sin dejar de penetrarle el culo, el agente de la ley gruñó con cada chorro de esperma que expulsaba en el interior de Ángela. Ella sintió su culo llenándose de semen caliente. Gimió de gusto. El policía ya había acabado de eyacular, pero seguía penetrándola unas cuantas veces más. Cuando la sacó, Ángela notó la corrida brotar de su interior y resbalar por su pierna. Se quedó tumbada contra el coche, jadeando, esperando y deseando que quisieran repetir. Pero los agentes se subieron al coche y arrancaron el motor. Visto lo visto, Ángela se levantó. El coche se alejó marcha atrás por el callejón. Las luces de los faros iluminaron su cuerpo desnudo de cintura para abajo. Miró su tanga roto en el suelo y sonrió.


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