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lunes, 28 de enero de 2019

Una despedida muy Molona



Mis amigos y yo habíamos alquilado un apartamento en la playa para pasar una semana de vacaciones. El primer día ya avisó de cómo sería el resto de la semana: soleada y calurosa. Nada más llegar, dejamos las maletas tiradas en el apartamento y salimos rápidamente a disfrutar de la playa. Lo primero fue un buen chapuzón en el mar. Eso quita todos los males. Y luego a descansar. Nos tiramos en las toallas dejando que el sol se encargará de secarnos. Fue entonces cuando apareció el primer indicio de que la semana iba a ser mejor de lo esperado.

De entre las aguas emergió de repente una mujer absolutamente escultural caminando hacia la orilla. Su esbelto cuerpo mojado brillaba bajo el sol. Me quedé embobado viéndola salir del mar. Su pelo era castaño y un poco más claro en las puntas, y caía mojado por su pecho hasta pasados los senos, pegándose a su piel. Sus pechos eran pequeños pero bonitos y muy bien puestos, proporcionados con su cuerpo. Caminaba de forma sensual, con sus largas piernas avanzando por el agua. Y todo ese sensacional cuerpo decorado por un piercing que destellaba en su ombligo bajo la luz solar.

Por si no hubiera sido suficiente la magnífica primera impresión, resulta que el plato fuerte llegó cuando alcanzó la orilla. En cuanto se dio la vuelta, se me quedaron los ojos como platos ante la visión de ese increíble culo. Uno de los mejores culos que había visto en persona. Era redondito, terso, firme, bien puesto... Y se notaba entrenado. Lo pude admirar perfectamente porque aquella mujer lucía un tanga negro que apenas le cubría.

Cuando salió definitivamente del agua, se tumbó en su toalla con otras dos mujeres, justo al lado nuestro. Avisé a mis amigos y las miramos disimuladamente. Eran tres mujeres muy atractivas. Y por eso, al cabo de un rato, mis amigos se animaron a decirles algo. Ellas también estaban de vacaciones en la playa, como nosotros. Desde el principio fueron muy simpáticas y en seguida entablamos amistad. El resto de la semana hicimos muchas cosas todos juntos. Quedábamos para ir a la playa, para ir a cenar, para salir por la noche... Con la que más hablaba yo era con la que había visto salir del mar el primer día. No solo era la más atractiva de las tres, sino que además era la más divertida. Era una crack, por eso la habíamos apodado Molona. Fue una sorpresa cuando me enteré de que tenía unos diez años más que yo. No los aparentaba para nada. Era una madurita muy bien cuidada. Bromeaba con ella sobre que era una MILF y ella se reía y decía sentirse orgullosa.

Pasamos una semana muy divertida, pero, desafortunadamente, llegó nuestro último día de vacaciones. Por la mañana dormimos la dado que habíamos pasado nuestra última noche de fiesta, y por la tarde fuimos a la playa donde nos encontramos con ellas. Después de tostarnos al sol, algunos fueron al mar a bañarse. Nos quedamos Molona y yo hablando en las toallas. Hablamos de que no sabíamos si nos volveríamos a ver, ya que vivíamos en ciudades diferentes y lejanas. Se hizo un silencio incómodo. Entonces noté la mano de Molona rozando la mía. Me giré y vi sus ojos clavados en mí. Nuestros labios estaban muy cerca, y nuestras hormonas revolucionadas por el calor. Y de repente, me besó. Noté los suaves labios de Molona en los míos. Fue un beso corto pero suficiente para acelerar mi corazón. Después, Molona me dedicó una bonita sonrisa. Miró al mar, donde estaban nuestros amigos bañándose.
 - ¿Damos un paseo? - Me propuso.
 - Vamos.
Nos alejamos de donde teníamos las toallas y fuimos paseando por la playa.

Molona me cogía de la mano con dulzura mientras caminábamos por la arena y nos dábamos algún que otro beso rápido. Al cabo de un rato, me detuve porque quería plantarle un beso como Dios manda. Esta vez le di un beso largo, apasionado, con acompañamiento de caricias. Nuestras lenguas se mezclaron. Yo fui bajando mis manos hasta posarlas en su culo. No pude evitarlo, llevaba mucho tiempo queriendo tocarlo. Molona me sonrió, así que me tranquilicé, e incluso me animé a apretar sus nalgas un poco entre mis manos. Estaba duro y firme. Increíble. Molona dejó de besarme. Miró a un lado y al otro. Habíamos andado un buen rato y en este tramo de la playa no había gente. No había nadie cerca, así que Molona metió su mano por dentro de mi bañador y acarició mi polla. Primero me sobresalté porque no me lo esperaba, pero luego me puse tremendamente cachondo.

Sin ningún reparo, Molona se arrodilló en la arena y me bajó el bañador lo justo para sacar mi polla. En cuanto la tuvo frente a su cara se la metió en la boca sin dudarlo y me la empezó a chupar. Usaba su lengua de forma magistral, se notaban los años de experiencia. Mientras Molona me hacía una gran mamada, yo miraba nervioso a nuestro alrededor, asegurándome de que nadie se acercaba. Con lo vergonzoso que yo soy, me ponía muy nervioso que nos pudieran ver. Cuando me tranquilicé un poco y miré hacia abajo, me encontré con los penetrantes ojos marrones de Molona clavados en los míos. No dejaba de mirarme mientras lamía cada centímetro de mi miembro. Con un poco de esfuerzo era capaz de meterse toda mi polla en la boca. Entera. Esa garganta estaba bien entrenada. Y, además, con toda mi polla alojada en su garganta, era capaz de sacar la lengua por debajo y lamerme los huevos. Increíble.

Dejó de chupar y me miró con la boca llena de babas, que goteaban por su barbilla. Me bajó el bañador hasta los tobillos, se dejó caer en la arena y se tumbó. Era toda una invitación. Dejé el bañador a un lado con el pie y luego me arrodillé, cogiendo sitio entre sus piernas. Ansioso, desaté la parte de abajo de su bikini por un lado y se lo quité.  Apareció ante mí un precioso coñito completamente depilado. Ni un solo pelo. Hundí mi cabeza entre sus piernas para lamerlo. Solo di unos cuantos lametones, ya que tanto ella como yo estábamos deseando que la penetrara.
 - Juan, fóllame ya... - Me dijo mientras notaba mi lengua en su interior.
Yo también me moría de ganas, así que por muy delicioso que fuera comérselo, acerqué mi pelvis a ella y empujé metiéndosela hasta el fondo. Al sentirla dentro, Molona se agarró a la arena como si fueran las sábanas de la cama. Empecé a follármela arrodillado en la arena, sujetando sus piernas abiertas con las manos. Poco después, me tumbé sobre ella para besarla mientras la penetraba. Y así me quedé, encima de Molona, entre sus piernas, moviendo la cintura hacia adelante y hacia atrás, notando mi polla rozando su interior. Nos comíamos a besos mientras la invadía una y otra vez.

Molona quería llevar el control. Me hizo rodar en la arena hasta quedarse ella encima y luego se incorporó hasta quedarse sentada sobre mi polla. Me sonrió mientras describía placenteros círculos con la cintura. Sabía que me iba a gustar y estaba en lo cierto. Se llevó las manos a la espalda y, con un ligero movimiento, dejó caer la parte de arriba de su bikini. Tenía unas tetitas muy bonitas y sus duros pezones ahora apuntaban hacia mí. Se acarició los pechos. Se pellizcó los pezones. Todo ello sin dejar de mover la cintura. Luego empezó a saltar sobre mí. Su pelo se revolvía al compás del polvo. Se dejaba caer sobre mí, provocando que mi polla entrara entera en su coño hasta notar los huevos haciendo tope, y luego subía hasta que salía casi del todo, manteniendo solo el glande dentro. Después Molona se inclinó hacia mí y apoyó las manos en mi pecho. Siguió follándome, pero ahora en vez de dar saltitos movía solo la cintura hacia delante y hacia atrás. Sus tetas se balanceaban frente a mi cara. Caían gotas de sudor de su cuerpo sobre el mío. Estábamos ardiendo, tanto de calor como de excitación. Molona me estaba deleitando con todo tipo de movimientos sexuales que tenía en su repertorio. Nunca había tenido encima de mí a una mujer tan habilidosa.

Yo quería darle caña a Molona, así que la puse a cuatro patas en la arena. Estaba frotando la punta de mi polla en su coño cuando de repente volví a ser consciente de dónde estábamos. En mitad de la playa. Miré alrededor nervioso. La poca gente visible se divisaba demasiado lejos como para percatarse de lo que hacíamos. Aparte de eso, nadie parecía estar al tanto de nuestra caliente despedida.
 - ¡Vamos Juan! ¡No pares!
A cuatro patas, con la espalda arqueada y el culo en pompa, Molona me miraba con una cara de vicio que podría hacer eyacular a un precoz. Primero me recreé mirando su precioso culo y acariciándolo. Luego cogí a Molona de la cintura con las dos manos y le metí mi polla lentamente. Su coño estaba chorreando. Mi miembro se deslizó en su interior con facilidad hasta el fondo. Los primeros movimientos fueron suaves, lentos... Molona se movía hacia delante y hacia atrás hacia el sentido contrario que yo, de modo que mi pelvis chocaba contra su culo. El ritmo fue aumentando hasta llegar a ser verdaderas embestidas. Penetraciones fuertes, rápidas y profundas. Molona se moría de placer. Tuvo que morderse los labios después de que se le escaparan un par de gemidos incontrolados. Pero yo no me relajaba, seguía dándole caña.

Seguimos follando en esa postura que nos encantaba a los dos. Nuestros cuerpos estaban cubiertos de arena pegados a nuestra piel sudorosa. Ahora era mi sudor el que goteaba desde arriba cayéndole a Molona en la espalda. Ya nos daba igual todo. La gente, la arena, el sol... Estábamos tan cachondos que no contemplábamos la idea de parar hasta corrernos. Yo no paraba de admirar el culazo de Molona mientras me la follaba. Le di un ligero azote que por su sonrisa pareció gustarle, así que me animé y le di un par más de ellos, aunque ahora con más fuerza. Azotar el firme culito de Molona era toda una delicia. Entre las embestidas, el sol y los azotes, las bonitas nalgas de Molona estaban cogiendo color rojizo.

Notaba que no podría durar mucho más. Afortunadamente, Molona tampoco. Sus gemidos y su respiración aumentaron de ritmo. Sus movimientos se descontrolaron. Usé mis dedos para estimularla mientras la penetraba. Finalmente, le llegó un fuerte orgasmo y se corrió como una loca bajo el caliente sol de la playa mientras yo no paraba de follármela. El orgasmo la dejó sin fuerzas. Se desplomó en la arena, jadeando, pero dejó las rodillas clavadas y el culo hacia arriba. En esa pose seguí penetrándola, pero no por mucho más tiempo. Aguanté todo lo que pude, no quería que aquello acabara, al final no pude más. Saqué la polla de su coño justo a tiempo para correrme sobre su culo. Mi semen espeso y caliente cayó sobre su nalga derecha, resbalando por su pierna. Acabé de eyacular y restregué la punta de mi polla por su otra nalga, dejando los últimos rastros de mi corrida en el culo de Molona.

Había sido un polvo increíble al aire libre. No sabíamos si alguien nos había visto, pero si era así le habíamos dado un buen espectáculo. Nunca antes había follado con una MILF, y Molona me acababa de demostrar que la experiencia es un grado. Fue uno de los mejores polvos que he echado.

Molona me llevó de la mano hasta el mar para lavarnos juntos. El agua fría limpió nuestros cuerpos desnudos de sudor, saliva y semen. Fueron inevitables algunos besos y toqueteos bajo el agua. Ya estaba atardeciendo y el calor había disminuido considerablemente, así que cuando quisimos salir del agua, ya había gente paseando por la playa. Tuvimos que esperar al momento adecuado para salir corriendo del mar y ponernos el bañador a toda prisa.

Al día siguiente cada uno volvió a su lugar de origen. Aunque me dio bastante pena, no dejaba de sonreír recordando aquella despedida tan caliente.




Este relato está inspirado en Molona Star (@molona_star) y está dedicado a ella.




2 comentarios:

  1. Como guionista de cine porno no tienes precio jajaj. Por cierto, ya podia tener el culo tan bien como lo describes jajjajaja

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    1. jajajaja! Gracias!

      Y lo tienes, lo tienes ;)

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