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viernes, 15 de febrero de 2019

Iniciación en el bukkake



Los dos jadeábamos sin parar. Tirados en la cama, desnudos y exhaustos por el polvazo que acabábamos de echar. Mi vecina Eva y yo disfrutábamos de nuestro habitual plan de domingo.  ¿Qué mejor plan que cruzar el rellano en busca de un orgasmo? Aquel día había sido yo quien, cachondo perdido, había llamado a la puerta de Eva. Y Eva no sabía decirme que no. Ahora ella estaba acostada junto a mí, con la pierna por encima y acariciándome la polla. Le encantaba manosearla cuando estaba flácida, aunque obviamente prefería aprovecharla cuando estaba dura.
 - Hay algo que me gustaría probar... - Dijo mientras jugueteaba con mi miembro.
 - Miedo me das, jajaja. - Bromeé yo.
Algo genial de nuestra "relación" era que nos sentíamos libres de proponer cualquier deseo sexual que nos rondara, y casi siempre contribuíamos a satisfacer la curiosidad del otro.
 - Tengo curiosidad por los bukkakes. - Confesó.
 - ¿En serio? Sabes lo que es, ¿no?
Me extrañó. Sabía muy bien cómo le ponía a Eva que se corrieran en su cara, pero de ahí a querer un bukkake había un buen salto.
 - Sí, imbécil, jajaja. He visto vídeos. Creo que me podría gustar. Incluso he fantaseado alguna vez con ello.
Se acarició suavemente la cara, como si notara el cálido esperma resbalando por sus mejillas.
 - Pues si quieres yo llamo a unos amigos. - Yo seguía bromeando. - ¿Cuántos quieres? ¿20? ¿30?
 - Noooo, jajajaja. ¿Estás loco? Jajajaja.
 - Bueno, pues tú dirás.
 - No sé. Había pensado decírselo a tres o cuatro chicos con los que tenga mucha confianza. No quiero ningún desconocido ni nada por el estilo. Sería incómodo. Y creo que con tres o cuatro para una primera toma de contacto no está mal.
 - Osea que vas en serio.
 - Sí, sí. Lo llevo tiempo pensando, pero últimamente me he animado a intentarlo.
 - Pues cuenta conmigo.
 - No, no. Tú no estás invitado, jajaja.
 - ¿Cómo qué no?
 - Nada, nada. No quiero tu sucia corrida en mi cara, jajajaja.
 - Ah, ¿no? ¡Pues te vas a cagar!
Me lancé a por ella entre risas y volvimos a follar hasta, obviamente, correrme en su cara.

Al principio pensaba que era algo que se le había ocurrido cuando iba cachonda perdida y que lo acabaría dejando pasar. Sin embargo, Eva se tomó en serio su intención de probar un bukkake. Y así me lo demostró un par de meses después cuando me llamó por teléfono.
 - ¿Sigues dispuesto a participar?
 - ¿Yo? Claro.
 - Estaba pensando en hacerlo este sábado por la noche en mi casa.
 - Me apunto.
 - Guay. Contigo somos cinco. Bueno, cinco chicos y yo.
 - ¿Estás segura de esto, Eva?
 - De hecho, estoy ilusionada. Sois de confianza así que, si en algún momento no estoy cómoda y quiero parar, sé que no pondréis problema.
 - Vale, pues nos vemos allí. ¿Tengo que hacer algo?
 - Nada. Bueno, si puede ser no folles ni to toques hasta el sábado, jajajaja. Resérvalo para mí.
 - Lo intentaré, jajaja.

Cumplí como un campeón e hice voto de castidad durante una semana entera. El sábado llamé a su puerta con las pilas cargadas. O, más bien, los huevos cargados. Eva me recibió en ropa interior. Vestía lencería roja y un camisón con transparencias. Parecía una actriz porno a punto de filmar. Entré y descubrí que yo era el último en llegar. Saludé a los otros cuatro participantes brevemente, pero con cortesía. Eva había apartado todos los muebles del salón y en el centro había puesto un gran plástico transparente en el suelo. En una mesa había servido algo de picar y cervezas. Los otros cuatro ya se estaban tomando una. El alcohol venía bien para soltarse, pero no convenía tomar demasiado.
 - Ven conmigo. - Me pidió.
Acompañé a Eva a su habitación.
 - Deja aquí tu móvil. Quiero evitar que algún listillo grabe algo sin que me de cuenta.
Dejé mi móvil en un cajón donde ya había otros cuatro. Eva cogió un vaso que tenía en la mesa y dio un trago a la copa. Bebía para calmar sus nervios.

 - ¿Cómo estás?
 - Nerviosa... Pero cachonda.
 - ¿Quiénes son los otros?
 - Amiguitos... Solo sigo viendo a uno de ellos, aparte de a ti, pero con todos he tenido derecho a roce en algún momento y confío en ellos. ¿Tú cómo estás?
 - Preparado, creo.
Se acercó a mí, me metió la mano por dentro del pantalón y me masajeó los huevos.
 - ¿Están cargaditos para mí? - Dijo con una sonrisa pícara.
 Asentí con la cabeza al tiempo que metía mis dedos por dentro de las braguitas rojas de Eva, acariciándole el sexo. Ella suspiró. La estaba poniendo a tono.

Tras un apasionado beso y unos pocos tocamientos, tocaba ponerse manos a la obra en el tema que nos ocupaba aquella noche.
 - ¡Vamos! - Le dije propinándole un azote en el culo. - A comerte el mundo.
 - Bueno, a comerme cinco pollas, jajaja.
Reímos. Salimos de la habitación. Eva se colocó en medio del salón, encima el plástico transparente. Nosotros nos desnudamos hasta quedar en calzoncillos y nos acercamos a ella. Comenzamos a acariciarla entre todos. Diez manos sobando el cuerpo de Eva. Caricias en sus piernas, su culo, sus tetas, su cuello, su entrepierna... La desnudamos poco a poco entre todos. Seguimos acariciando su cuerpo desnudo. Ahora Eva también nos acariciaba a nosotros. Sus manos iban de un paquete a otro.

Cuando se notó preparada, se arrodilló en el suelo. Nosotros nos acercamos aún más a ella, nerviosos y excitados. Eva se giró hacia mí y me bajó los bóxers hasta los tobillos. Mi polla tuvo el honor de ser la primera que se metió en la boca. Mientras mi miembro crecía en su boca, el resto de hombres se quitaron los calzoncillos y se empezaron a masturbar. Se formó un círculo alrededor de Eva. Tras un par de minutos, se animó a pasar a la siguiente. Se colocó delante del hombre de mi derecha y se la empezó a chupar. Yo me puse a tocarme, pero tuve una idea mejor. Cogí la mano derecha de Eva y la llevé hasta mi miembro. Sin rechistar, me cogió la polla y me empezó a masturbar. Le gustó la idea, porque por iniciativa propia agarró también la polla del chico que había a su izquierda y le masturbó como a mí.

Eva fue pasando una por una hasta haber probado todas las pollas que la rodeaban. Mientras se la chupaba a uno de nosotros, usaba las manos para pajear a los que tenía al lado. Había quien se quedaba quieto dejando a Eva desplegar sus habilidades orales. Otros, la agarraban del pelo y movían la cintura follándose suavemente su boca. Yo sabía bien que a Eva le encantaba cualquier forma de sexo oral. Además, demostró ser capaz de metérselas todas enteras en la boca, alojándolas en su garganta. Ninguna se le resistió.

Volvió a tocarme el turno. Los ojos de Eva volvieron a clavarse en los míos y mi polla volvió a ocupar su boca. Noté en su mirada que todo esto le estaba gustando mucho. Y por su forma de chuparla se veía que estaba tremendamente cachonda. La saliva le escapaba por las comisuras de los labios, caía por su barbilla y resbalaba por su cuello hasta mojar sus tetas. A Eva le encantaban las mamadas llenas de babas. La verdad es que ve a mi vecina en esa situación me excitaba muchísimo. Eva liberó sus manos para usarlas conmigo, concentrándose en darme placer únicamente a mí. Por un momento me sentí su preferido. Usaba su lengua como sabía que a mí me encantaba. Estaba a punto de correrme. Por suerte, decidió que mi turno había acabado y pasó al siguiente.

Cuanto más chupaba Eva, más cachonda se ponía. Tan excitada estaba que dio rienda suelta a sus ideas más guarras. Se acercó dos pollas a la boca y fue pasando de una a otra dándoles lametazos. Parecía una inocente jovencita lamiendo dos piruletas al mismo tiempo. Ni siquiera eso fue suficiente. Lo siguiente fue meterse los dos miembros en la boca al mismo tiempo. Le entraba poco más que el glande, pero era suficiente. Con sus labios rodeando los dos miembros, y masturbándolos al mismo tiempo, su lengua iba como loca de uno a otro. Yo sabía que mi vecina Eva estaba cumpliendo una fantasía que ya me había comentado alguna vez. Dos a la vez en la boca.

Tras sacarse las dos pollas de la boca, miró a los hombres con vicio, sin dejar de masturbarles. Uno de ellos le dio unos ligeros golpecitos en la mejilla con su miembro. Al otro le gustó la idea e hizo lo mismo. Cuando Eva se quiso dar cuenta, estaba en medio de un corro de hombres con cinco pollas golpeándole la cara. Ella se limitaba a sonreír y abrir la boca mientras nosotros le dábamos suaves pollazos en la frente, las mejillas, la lengua... Se acarició la entrepierna con los dedos. Estaba excitadísima.

Como teníamos que turnarnos a Eva y no se concentraba en uno durante demasiado tiempo, las corridas tardaron en llegar. Eva tenía muchas ganas de que llegará ese momento, el bukkake en sí. Era lo que realmente deseaba experimentar aquella noche. Aun así, también habría estado encantada de pasar horas arrodillada entre nosotros. Eva se la estaba chupando a uno de nosotros cuando de repente él se la sacó de la boca y se puso a pajearse con fuerza. Sabíamos lo que iba a pasar. El resto dimos un paso atrás por precaución. Eva estaba nerviosa, impaciente y cachonda. Se masturbaba mientras esperaba el primer premio de la noche. El hombre apoyó la punta de la polla en su mejilla y, segundos después, la corrida empezó a resbalar por la cara de Eva. No fue una corrida demasiado abundante pero sí suficiente para dar las primeras pinceladas al rostro de mi vecina.

Ya con la satisfacción de la primera corrida recibida, Eva no perdió el tiempo y se lanzó a por la siguiente. Se concentró en otro hombre y lo dio todo para hacer que se corriera. Tuvo el efecto esperado en poco tiempo. Mi vecina abrió felizmente la boca cuando percibió lo que se le venía encima. Lo que ella no se esperaba es que otro de nosotros, que nos masturbábamos viendo el espectáculo y esperábamos nuestro turno, no pudo aguantar más y fue rápidamente hacia ella a punto de explotar. El resultado fue que los dos hombres estallaron al mismo tiempo sobre ella. Le llovieron chorros de semen que cayeron sobre su rostro y su boca abierta. Dos hombres corriéndose a la vez en su cara... Eva estaba en la gloria.

Con tres de cinco hombres superados, mi vecina ya estaba hecha un cuadro. Sus ojos se clavaron en los míos y enseguida supe que yo sería su próxima víctima. Avanzó hacia mí con la boca abierta y la lengua fuera, y yo también me acerqué a ella. Me dio unos lametazos en los huevos porque sabía que me encantaba, y luego se metió mi polla en la boca con el objetivo de exprimirme al máximo. Era excitante la imagen de Eva chupándomela con corrida en la cara. Me guiñó un ojo. Estaba en su salsa. Me encantaba ver cómo disfrutaba.

Cuando llegó mi momento, decidí dejar que ella se encargara de todo. El primer chorrazo pilló a Eva desprevenida y la sorprendió cuando aún tenía mi polla dentro de la boca. Rápidamente, la sacó y me masturbó apuntando hacia su propia cara. El resto de mi corrida fue a parar a su bonito rostro, que cada vez estaba más cubierto de esperma. Había visto muchas veces la bonita cara de mi vecina pintada con mi semen, pero nunca con tanta cantidad.

Al igual que los otros tres hombres que ya habían acabado, me retiré a un lado a observar el resto del espectáculo. El último chico que quedaba agarraba a Eva del pelo y se masturbaba frenéticamente buscando contribuir a su curiosa mascarilla facial. Ella, con la boca abierta, sacaba la lengua. El semen de las cuatro corridas anteriores resbalaba por su cara cayendo por su cuerpo desnudo. Y estaba a punto de recibir una más. Un par de gruñidos avisaron de que el hombre estaba a punto de correrse, y segundos después descargó la quinta eyaculación de la noche sobre Eva. Fue la más abundante. El colofón a un morboso bukkake a la viciosa de mi vecina Eva.

El semen de cinco hombres decoraba la cara de mi vecina Eva. Su sonrisa era aún más bonita bajo todo aquel líquido espeso. Tenía corrida en las mejillas, la frente, la nariz... Algunas gotas densas colgaban de su barbilla tambaleándose. Su pelo negro también se había manchado. La cara no había sido el único objetivo. Sus tetitas también estaban ligeramente cubiertas de nuestro esperma.

Se me ocurrió ir al baño y coger un pequeño espejo que sabía que mi vecina tenía en una estantería. Fui hasta Eva y le coloqué el espejo delante. Instantáneamente se le dibujó una gran sonrisa en la cara. Sus ojos brillaban de excitación. Se acarició la cara pringosa. También las tetas. Me miró con una de esas miradas de vicio que yo bien conocía. Luego se dejó caer en el plástico que cubría el suelo. No paraba de masturbarse. Con los ojos cerrados y el cuerpo cubierto de corrida, se frotaba enérgicamente la entrepierna. Los cinco hombres la contemplábamos, acariciándonos nuestros miembros, pero Eva nos había dejado demasiado secos como para repetir. En apenas unos minutos vimos cómo se corría, gimiendo de placer. Todo un espectáculo.


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