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miércoles, 1 de mayo de 2019

Emitiendo con Leyre



Eran las nueve de la noche cuando sonó el telefonillo. Descolgué y oí la voz de Leyre saludándome con su habitual energía y dulzura. Había quedado con ella para cenar en mi casa. Apareció en mi puerta vistiendo un pantalón largo y ceñido de color blanco con rayas negras, y un top negro de tirantes con un buen escote. El escote hacía relucir sus grandes pechos y su pantalón dibujaba perfectamente las curvas de su cuerpo, dándole una silueta muy sensual. Estaba realmente atractiva, como siempre.
-        ¿Te gusta? – Me dijo tocándose el pelo.
Se había hecho reflejos rubios en su largo pelo castaño ondulado. Le quedaban muy bien. Le contesté que estaba guapísima, porque era la verdad, y le invité a entrar.

Leyre y yo ya llevábamos unos meses viéndonos. Lo nuestro no era nada serio, pero nos lo pasábamos muy bien juntos. Casi siempre que quedábamos acabábamos en la cama. Los dos somos muy cerdos, y eso ayudaba a que nos entendiéramos muy bien bajo las sábanas. Disfrutábamos cumpliendo las fantasías del otro. Personalmente, yo estaba encantado de poder disfrutar de la compañía de una mujer tan sexy como Leyre. Es una chica un poco más bajita que yo, con un cuerpo bien cuidado por el deporte. No solo tiene buen cuerpo, sino que además es preciosa. Un rostro joven que incluso da la impresión de inocencia, aunque yo sé de primera mano que no es así. Pero el atractivo de Leyre no se queda solo en lo físico. Es una chica muy agradable y divertida. Un poco loca. ¿Y por qué no decirlo? Folla de miedo. Sus movimientos, su lengua, su vicio... Sabía perfectamente cómo hacerme explotar de placer.

Tuvimos una cena entretenida durante la cual empezamos contándonos las novedades de cada uno, poniéndonos al día, y acabamos hablando de chorradas y riéndonos de bobadas, como nos solía pasar. Al acabar la cena nos servimos una copa y nos fuimos al sofá. La conversación fue volviéndose cada vez más picante, ya que a los dos nos encantaba hablar de sexo. Le enseñé a Leyre unos vídeos guarros que me habían llegado por un grupo de amigos y que sabía que le gustarían. Ella también veía porno de vez en cuando y yo conocía sus gustos. La cosa fue subiendo de tono y salió el tema de las webcams en directo. Leyre sabía de qué iba el tema, pero yo nunca había entrado a esas webs, así que me cogió el portátil de las manos decidida a enseñármelo. Pasando de una sala a otra nos topamos con una pareja que emitía mientras tenían sexo. Nos pareció morboso ver a gente follando en directo e interactuar con ellos. Y, entonces, a Leyre se le ocurrió una de sus ideas.
-        Juanillo… ¿Emitimos nosotros?
-        ¿Qué dices? – Me lo tomé a broma.
-        Que sí, joder. A ver qué pasa. Por probar.
Me di cuenta de que me lo decía en serio. Al principio me negué. Yo soy tímido y además me daba mal rollo que me vieran desconocidos. A Leyre le hacía tanta ilusión probarlo que acabé accediendo.
-        ¡Va Juan! Empezamos solo hablando con la gente y vemos cómo va avanzando la cosa. Si en algún momento estamos incómodos desconectamos y listo.
Cogimos un par de antifaces que formaban parte de unos disfraces de Halloween que tenía en casa y que nos servirían para ocultar aceptablemente nuestra identidad. Nos acabamos la copa de trago, nos servimos otra y nos acomodamos en el sofá frente al ordenador. Tras un rápido registro en la web, la luz de la webcam se encendió y nos vimos a nosotros mismos en la pantalla.

Tardó en animarse la cosa. Entraba algún usuario, hablaba un poco y se iba. Pocos se quedaban. Pero a Leyre se le ocurrió la estrategia perfecta para mejorar la situación. Se quitó el top y se quedó en sujetador. Sus dos grandes tetas, cubiertas únicamente por un sujetador negro muy sexy, se convirtieron en el centro de atención. Ahora los usuarios entraban y se quedaban, dado que se encontraban con un pibón semidesnudo. Preguntaban todo tipo de guarradas a Leyre. Ella se divertía respondiéndolas. A mí solo me preguntaban cosas relacionadas con ella. Al haber reconocido que follábamos de vez en cuando, me interrogaban sobre cómo era ella en la cama. Los usuarios no paraban de pedir que Leyre se desnudara y ella decidió darles una pequeña alegría. Se levantó y, contoneándose sensualmente, se fue quitando el pantalón poco a poco hasta descubrir unas bonitas braguitas negras semitransparentes, a juego con el sujetador, y un par de bonitos tatuajes que tenía en la cintura y en la pelvis.

Se notaba que Leyre se lo estaba pasando bien. Le estaba gustando excitar a otras personas a través de la cámara. Yo de momento era poco más que un espectador, pero el hecho de que Leyre apareciera con un hombre al lado daba mucho juego.
-        Sí, me encantan los azotes. – Dijo ella contestando a una pregunta. - ¿Queréis ver azotes?
Leyre se tumbó boca abajo en el sofá, pero por encima de mis piernas, quedando su culo en mi regazo. Me miró con una sonrisa. Estaba claro lo que tenía que hacer. Primero le di un ligero azote. Los usuarios se quejaron de mi suavidad.
-        Venga Juan, sabes hacerlo mejor. – Me animaba Leyre.
El segundo azote ya sonó bastante, e hizo a Leyre morderse los labios. Seguí palmeando las nalgas de mi amiga mientras nos daban propinas. Siempre me ha gustado azotar su culo firme y bien entrenado por el gimnasio. A menudo nuestros polvos acababan con las nalgas de Leyre enrojecidas.

Como es lógico, no tardaron en llegar peticiones para que Leyre se desnudara del todo. Leyre se hacía de rogar. Disfrutaba siendo mala, insinuándose, pero sin llegar a destaparse. Pero Leyre también era complaciente, así que finalmente cedió a los deseos de los espectadores. Lo primero que se quitó fue el sujetador. Los preciosos pechos de Leyre quedaron al descubierto. Personalmente, a mí me encantaban sus tetas. Grandes, bien puestas, firmes, blanditas… Era lo que más me gustaba de su cuerpo. Mi amiga jugueteó con sus senos, apretujándolos y pellizcando sus pequeñitos pezones rosados. Se le daba bien excitar a su público. Y tras ese pequeño espectáculo, ya solo le quedaban puestas sus monísimas braguitas negras, pero sería por poco tiempo. Se las quitó con la misma sensualidad con la que se había quitado el resto de las prendas. La verdad es que Leyre valía para shows eróticos, se le daba bien. Lanzó sus braguitas a un lado. Su parte más íntima quedó a la vista de todos. Lo llevaba con un poquito de vello corto. Le quedaba bien.

Leyre estaba totalmente desnuda frente a decenas de anónimos pajilleros. Y pajilleras. Yo notaba que ella estaba a tono. Su respiración, sus gestos, sus roces… Estaba muy cachonda, y no dudó en confesarlo.
-        Chicos… Estoy muy cachonda…– Dijo mientras pegaba su cuerpo desnudo al mío y me acariciaba la entrepierna por encima del pantalón. - ¿Os apetece que hagamos cositas?
Para entonces mi polla estaba ya claramente durísima. Leyre lo notó al pasar la mano por ahí, y eso le provocó una sonrisa. Me miró. Sus ojos verdes brillaban de excitación. Me acerqué más a ella y nos besamos. Por un momento, los dos nos olvidamos de la webcam y fusionamos nuestras lenguas con pasión, mientras mi mano recorría todo su cuerpo, dedicando especial atención a sus muslos. Sentimos esa conexión que siempre provocaban nuestros besos.

Ignorando a los espectadores de la webcam, Leyre desabrochó mi pantalón y metió su mano por dentro. Seguíamos besándonos. Me agarró la polla con intención de sacarla. Me puse nervioso, no se me olvidaba que un montón de desconocidos nos observaban. Sin embargo, de ninguna manera podría rechazar a Leyre, era superior a mis fuerzas, así que me dejé hacer mientras ella sacaba mi miembro del pantalón y empezaba a masturbarme. Leyre me miró, y me puso una de esas miradas suyas que yo conocía de sobra. Sabía perfectamente en qué estaba pensando. Y entonces, tal como esperaba, la cabeza de Leyre se hundió en mis piernas y noté sus labios abrazar mi polla. Era un placer sentir la caliente humedad de su boca en mi miembro, el roce de sus labios por mi tronco, su larga lengua lamiendo cada centímetro de mi pene, sus babas resbalando por mis huevos… Leyre sabía muy bien lo que hacía. El sexo oral era posiblemente su mayor habilidad sexual. Leyre solo dejaba de chupar para sonreír a la cámara y leer lo que comentaba la gente. “Hasta el fondo”, pedían. Ella, obediente, se tragaba mi polla entera alojándola en su garganta. Me encantaba sentirla entera dentro de su boca. Y aun le daba para sacar la punta de la lengua y lamer mis huevos. Yo le acariciaba con dulzura el pelo mientras su cabeza bajaba y subía en mi entrepierna.

Siempre que Leyre me la chupaba, me costaba una barbaridad aguantar sin correrme, así que tuvimos que hacer un descanso. Aprovechamos para interactuar un poco con los espectadores. Preguntamos si les estaba gustando y las respuestas fueron rotundamente afirmativas. Mientras, las propinas seguían subiendo. Sin embargo, aunque al principio lo mirábamos por curiosidad, después ya dejamos de fijarnos en las propinas que llevábamos ganadas. Ya solo nos centrábamos en disfrutar y en hacer disfrutar a los espectadores.
-        ¡Oh! ¡Qué buena idea! – Exclamó Leyre al leer una de las propuestas que habían lanzado. – Hace tiempo que no hago una cubana, jijiji.
Desde el sofá era imposible que se viera bien así que nos tuvimos que arrodillar entre la mesa y el sofá, justo delante del ordenador. Leyre se acarició las tetas frente a la cámara, jugueteando con ellas. Se escupió un par de veces entre ellas y luego se giró hacia mí. Coloqué mi polla, aun mojada de su saliva, entre los pechos de Leyre, y ella se encargó de juntarlos con las manos, aprisionándola. Luego comenzó el sube y baja que provocaba el roce de sus tetas con mi miembro, masturbándome placenteramente. Incluso sacaba la lengua y lamía con ella la punta de mi glande cada vez que mi polla se aproximaba a su cara. Era algo increíble. Leyre pajeándome con la parte de su cuerpo que más me gustaba. Los espectadores pedían que me corriera sobre sus tetas.
-        Me encanta que se corra en mis tetitas… – Contestó ella. – Pero aún no, hay que divertirse más, jiji. Quizá luego.
Los ojos verdes de Leyre, llenos de vicio, se clavaban en los míos. Me miraba lascivamente mientras me masturbaba con sus tetas blanditas y suaves.

Con Leyre siempre pasaba lo mismo. En cuanto jugueteaba un poco, se ponía tan cachonda que le invadían unas ganas tremendas de ser penetrada. Y esta vez no fue una excepción. Después de un poco de oral y un poco de cubana, Leyre estaba mojadísima. Tanto fue así que se levantó, me besó de nuevo, y me susurró al oído:
-        Ufff… Fóllame ya, Juan…
-        Chúpala un poco más, Leyre, que me encanta…
-        No seas cabrón…
-        Un poco…
No tuve que insistir mucho, con lo que gusta a esta chica tener una polla en la boca. Pero la verdad es que yo también tenía ganas de pasar a mayores, así que tras unas pocas chupaditas con la webcam captándolo en primer plano, tumbé a Leyre boca abajo en el sofá. Me coloqué encima de ella, entre sus piernas. Rocé su sexo con la punta de mi miembro. Pude notar en el glande la calidez de su coño. Leyre me miraba, con el rostro iluminado de felicidad, muerta de ganas por sentirla dentro. Le di unos golpecitos en el coño con mi polla. Sabía que eso le volvía loca. Se mordió los labios y me lanzó una mirada que gritaba “¡Métemela ya!” Volví a golpear su sexo. Finalmente, apoyé la punta y empujé, penetrándola hasta el fondo. Mi polla se deslizó por su húmedo interior hasta hacer tope.
-        Cabrón… - Susurró Leyre entre dientes.
Es algo que le salía siempre que era demasiado brusco con ella, aunque en ocasiones le gustaba.

Frente a la webcam, me follaba a Leyre con dureza contra el sofá. Con el nivel de dureza que sabía que le gustaba. No podía evitar darle alguna palmada en el culo de vez en cuando, para deleite mío, suyo y de los espectadores. A veces, la agarraba con firmeza del pelo y se la metía con tanta intensidad que Leyre mordía la tela del sofá a causa del placer que le provocaba. Me encantaba acariciar el suave cabello de mi amiga durante sus mamadas, y tirar de él cuando me la follaba. Sus bonitas tetas, apretujadas bajo su cuerpo contra el cojín, eran la parte negativa de esa postura sexual. Yo adoraba ver los pechos de Leyre balanceándose al ritmo del polvo. Gotas de sudor, provocadas por el calor del momento y el esfuerzo físico, resbalaban por mi frente y goteaban sobre la espalda de Leyre. Pero yo no paraba. Seguía con mis embestidas. Metiéndola y sacándola. Una y otra vez. Las piernas juntas de Leyre hacían que el roce de mi miembro con sus paredes vaginales fuera mayor, lo que se traducía en más placer para ambos.

Leyre miraba de vez en cuando a la pantalla del ordenador, que estaba lo suficientemente cerca como para poder leer los comentarios de la gente. Veía nuestra propia imagen en la pantalla. Dos jóvenes en pleno esplendor sexual. Le excitaba verse a sí misma siendo follada. Y también le excitaba imaginar a todos aquellos espectadores que nos “espiaban”, en sus casas, masturbándose mientras no perdían detalle de nuestra follada, incluso dedicándonos sus corridas. Yo estaba concentrado en el momento, Leyre era mucho mejor en directo.

Paré por un momento para darnos un respiro. Entre suspiros, ambos nos sentamos en el sofá. Leyre me besó de nuevo. Es tan cariñosa como guarrilla. Me encanta eso de ella. Y también me encantaba sentir sus labios en los míos. Aprovechó el descanso para interactuar un poco con los usuarios que presenciaban nuestra iniciación en la emisión por webcam.
-        Venga, ¿qué postura queréis que hagamos ahora?
Hubo disparidad de opiniones en las respuestas.
-        Bueno, a ver, por cada propina podéis votar a una postura. Y a ver qué sale.
Les dimos un tiempo para que votaran. Tiempo durante el cual Leyre estuvo jugueteando con mi polla. No podía estarse quieta esa chica. Lamía mi polla como si fuera una piruleta, como un simple entretenimiento.
-        No te corras, eh…
-        Aguanto, aguanto, jajaja.
Pasados unos cinco minutos, dimos por concluida nuestra particular subasta. La opción ganadora fue la postura conocida como “cowgirl”. Es decir, ella encima cabalgándome.

Me senté en el sofá, preparado para recibir a mi amiga Leyre. Ella tenía una gran sonrisa en la cara en el momento en que se subió encima de mí. Le gustaba montarme. Sus grandes tetas se plantaron frente a mi cara, y no pude sino meterla entre ellas. Leyre se rió y me acarició el pelo. Se acomodó encima de mí y bajó lentamente al tiempo que mi polla iba entrando en su interior. La sentí entera dentro de Leyre. Mientras nos besábamos, empezó a mover la cintura en círculos. Mi amiga sabía cómo moverse, de eso no tenía duda. Conforme aumentaba el frenesí en nuestros cuerpos, los suaves movimientos de Leyre se convirtieron en botes. Empezó haciéndome el amor y acabó cabalgándome. Saltando sin descanso sobre mi polla que, a excepción del glande, salía y entraba de su coño a velocidad endiablada. Notaba sus flujos resbalando por mi polla y mojando mis huevos. Me encantaba mirar a Leyre cuando follábamos en esa postura o similares. Su pelo alborotado balanceándose, sus tetas bailando en mi cara, su precioso cuerpo desnudo encima de mí, sus expresiones y gemidos de placer… Era todo un espectáculo para mis ojos. Y para los ojos de los usuarios de la página de webcams, que estaban presenciando un auténtico show. Leyre y yo llegamos al punto de olvidarnos por completo de que nos estaban viendo. Solo gozábamos. Mis manos acariciaban todo su cuerpo y se agarraban a su culo, mientras yo movía la pelvis en consonancia con la cabalgada de Leyre, añadiendo fuerza e intensidad a las penetraciones.

Cuando parecía que no podía mejorar la situación, volvieron a aparecer los espectadores, que parecían empeñados en conseguirme el mejor polvo posible. “¡Por el culo!” pidió uno de los usuarios de la webcam. Muchos otros le siguieron, apoyando su iniciativa con comentarios como “¡Dale por detrás!”, “¡Anal! ¡Anal!” o incluso “¡Pétale el culo!”.
-        ¡Oye! ¿Mi culito? – Leyre se acarició la entrada a su culo con la punta del dedo.
Le puse ojitos a Leyre. Yo lo estaba deseando.
-        ¡Jajajaja! Qué cabrón…
Siguieron los comentarios pidiendo sexo anal.
-        Para eso tenéis que donar más… Que es mi culito…
Hubo avalancha de propinas. Decenas de personas poniendo dinero para ver el culo de Leyre profanado hasta que finalmente accedió.

Mi amiga se escupió un par de veces en la mano y restregó su saliva por mi polla. No le pareció suficiente, así que lo volvió a hacer. Luego fue ella misma la que me la agarró con la mano, la dirigió hacia su culo y se dejó caer lentamente. Por ese agujero no entró con tanta facilidad como por el otro. Este era más prieto y menos lubricado. Leyre puso cara de concentración mientras forzaba cada vez más su agujero secundario, hasta que consiguió que cediera por completo. Se quedó quieta unos segundos, apretando los dientes y acostumbrándose a tener todo mi miembro metido en su culo. Con sus manos se agarraba con fuerza de mis brazos, casi clavándome las uñas. Le di un azote en el culo. No pude evitar la tentación. Ella se quejó con un gruñido y me soltó un bofetón. Luego nos reímos los dos y nos besamos.

Moviéndose encima de mí, Leyre fue controlando la velocidad y profundidad de las penetraciones. Su culito se iba acostumbrando a mi intrusión. Como siempre que teníamos sexo anal, al principio costaba y había que ir con cuidado, pero el culo de mi amiga Leyre se acostumbraba enseguida y en cuestión de pocos minutos ya podíamos volver al ritmo habitual. Y así fue. Leyre ya cabalgaba como antes.
-        A cuatro patas… Ponte a cuatro patas… - Logré decir entre gemidos.
-        Mmmm… Sí…
Puse a Leyre a cuatro patas en el suelo y me coloqué detrás de ella. Me encantaba esa postura para el sexo anal. Acaricié sus curvas desde las tetas hasta el culo. Dejé caer un hilillo de saliva en la entrada del culo de Leyre, lo froté con la punta de mi polla y luego la metí. Entró fácilmente.

Follarse el culo de Leyre es un privilegio. Es una práctica que a ella le gusta, pero solo le apetece de vez en cuando. Mi miembro es de tamaño normal, no demasiado grande, lo cual era perfecto para invadir su puerta trasera sin dolor. Penetraba a Leyre con ganas, con fuerza y profundidad, como a ella le gustaba. Metiéndola hasta el fondo. Ella adoptaba la postura del perrito con gusto. Arqueaba la espalda y levantaba el culo hacia arriba, cediéndomelo para hacer con él lo que quisiera. De vez en cuando le daba algún golpe seco y profundo que la hacía gemir intensamente, e incluso me insultaba, pero siempre con una sonrisa. Yo disfrutaba inmensamente del roce que me proporcionaba su prieto culo.

Los gemidos de mi amiga se fueron intensificando. Se estaba acercando al clímax. La agarré del pelo y tiré de él. Aumenté la fuerza de mis embestidas. Ella simplemente se dejaba hacer. Apretó todos los músculos del cuerpo cuando estaba a punto. Metí la polla hasta el fondo de su culo justo cuando tuvo un fuerte orgasmo. Gritó de placer. Su cuerpo se retorció mientras se corría tan placenteramente. Cuando pasó el temporal, solté su pelo y Leyre se dejó caer en el suelo, aunque su culo seguía levantado, con mi miembro dentro. Acaricié a mi amiga, satisfecho de haberle provocado un orgasmo. Con lo tremendamente complicado que era hacer que Leyre se corriera, cuando lo conseguía me llenaba de satisfacción.

Bajé el ritmo un poco. Ahora se la metía lentamente, con suavidad. Ella seguía recuperándose de su orgasmo. Jadeaba. Luego miró a la pantalla del ordenador y sonrió al ver la cantidad de gente que se había unido a la sala webcam. Todas esas personas estarían probablemente masturbándose y corriéndose con ella.
-        Ahora le toca a él, ¿no creéis? – Dijo, refiriéndose a mí. - ¿Dónde queréis que me lo eche?
Leyre se había arrodillado en el suelo y, con las tetas apoyadas en la mesa, interactuaba con los espectadores.
-        A mí me gusta en la boquita… - Contestó a un usuario que le preguntaba su preferencia.
Mientras, yo usaba unas toallitas para limpiarme el miembro, que acababa de estar dentro de su culo. Una vez limpio, di con él unos golpecitos en la mejilla de Leyre, que me entendió de inmediato y me dio un par de chupadas.
-        No os ponéis de acuerdo, eh… A ver, pongo las opciones y donando podéis votar. Haremos lo que salga. Las opciones son… En mis tetitas. – Y al decir esto se masajeó las tetas frente a la cámara. – En mi boquita. – Abrió la boca y sacó la lengua. – En mi carita. – Se acarició la cara con el dedo. – O en mi culito. – Se levantó y se dio unas palmaditas para el público. – Os damos cinco minutos… ¡A votar!

Mientras esperábamos a que los usuarios participaran en la peculiar votación que habíamos improvisado, Leyre, que no puede estarse quieta, estuvo chupándomela en el sofá. Su lengua volvía a recorrer mi miembro con la habilidad que siempre caracteriza a mi amiga. Mezcla de dulzura y vicio. Yo acariciaba su cabeza mientras lo hacía. A ella no se le borraba la sonrisa de la cara. Le tuve que pedir que aflojara un poco porque noté que me acercaba al orgasmo, y aún no era el momento.

Transcurrido el tiempo, nos acercamos a ver los resultados. Me alegré mucho cuando vi que lo más votado era la corrida en la cara. Me encantaba pintar la carita de Leyre.
-        ¡Oh! Qué guarretes… A mí me apetecía tragármelo, jo… Jijiji. ¡Pero en la cara también mola!
Me miró y sonrió porque sabía de sobra que acabar en su carita me ponía muchísimo. Se arrodilló frente a mi ordenador y se volvió a meter mi polla en la boca. No tuvo que esforzarse mucho ya que yo llevaba tiempo a las puertas del clímax.
-        Te gusta que me corra en tu carita, eh… - Le dije a Leyre mientras le daba unos golpecitos en la mejilla con mi polla babeada.
Ella asintió con la cabeza. Luego sacó la lengua y recibió mis suaves pollazos en ella. Un par de golpecitos y otra vez para dentro hasta la garganta.

Un par de minutos después avisé de que me iba a correr. Saqué la polla de la boca de Leyre y me masturbé delante de su cara. Sus ojos brillaron de emoción. Leyre se puso a comerme los huevos mientras yo me pajeaba. Qué gusto…  Y no paró hasta que me corrí. Agarré a Leyre del pelo y separé su cara de mi entrepierna. Ella cerró los ojos y abrió la boca porque sabía lo que se le venía encima. Sujeté su cabeza mientras me corría en su precioso rostro. Chorros de semen impactaban contra sus mejillas, su frente, se colaban por su boca abierta, incluso salpicaban su pelo. Leyre me acariciaba los huevos con la mano mientras yo eyaculaba, añadiendo un extra de placer. Vi que la otra mano la tenía entre sus propias piernas, masturbándose, dejándose llevar por la excitación del momento. Yo suelo correrme en abundancia, así que cuando lo hacía en su cara la dejaba hecha un cuadro. Ella adoraba esa cualidad mía.

Cuando acabé de correrme, restregué mi glande por la mejilla de Leyre, impregnándola con las últimas gotas de mi esperma. Luego ella se la metió en la boca y succionó para acabar de secarme. Me quedé contemplando su rostro cubierto de mi semen. Era realmente morboso. Leyre se plantó frente al ordenador y dejó que todos los espectadores vieran su cara manchada, incluida la máscara de disfraz que llevaba. Sonrió al verse en la parte de la pantalla donde aparecía lo que estábamos retransmitiendo. Le excitó verse en ese estado. Se relamió.





Este relato está inspirado en mi amiga y webcamer Leyre Mad (@leyremad) y está dedicado a ella.












2 comentarios:

  1. Juanillo de mi cor!
    Si es que son increíbles tus relatos, siempre. Aunque los que soy yo prota mas!

    Espero otro el día de mi cumple como cada año, no me falles que me tengo que tocar a tu salud, eh?

    Jajaja un besazo de tu querida amiga <3

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    1. Mi gran amiga Leyre! :D
      Tendrás todo lo que tú quieras, guapa! Me encanta que te haya gustado :)

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