Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.
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jueves, 23 de abril de 2020

Microrrelato: Cuarentena


Miré el reloj. Quedaban cinco minutos para las once de la noche. Fui a mi habitación, abrí las cortinas y me senté en el borde de la cama. Esperé hasta la hora exacta. Impaciente. Nervioso. Cuando se hicieron las once en punto, ella apareció.
En el edificio de enfrente. Se abrieron las cortinas y allí estaba ella. Me sonrió y comenzó a desnudarse. Zapatos, calcetines, blusa, pantalón... Y, finalmente, fuera sujetador y braguitas...
Mientras, yo hacía lo mismo, sin dejar de mirarla. Cayeron mis zapatillas, calcetines, camisa, pantalón y, por último, calzoncillos. Ambos desnudos, pasamos unos segundos mirando el cuerpo del otro a través de nuestras ventanas.
Recorrí con mi mirada sus dulces labios, sus bonitos pechos, su coño depilado... Y sentí sus ojos clavándose en los míos, luego en mi torso y finalmente en mi polla, la cual ya se estaba endureciendo por simplemente contemplar su bonito cuerpo.
Nos sentamos, cada uno en su cama, sin apartar la mirada uno del otro. Yo agarré mi miembro y empecé a masturbarme lentamente, sin perder de vista a mi vecina. Ella deslizó sus dedos por su entrepierna y se unió a mí con sus tocamientos. Tampoco desviaba su mirada de mí.
Durante unos minutos, los dos nos evadimos de todo lo demás. Desaparecieron todos nuestros problemas. Solo éramos ella y yo, masturbándonos en compañía mientras nos mirábamos. Separados, pero más juntos que nunca.
Fantaseé con fundirme con su cuerpo, perderme entre sus piernas, lamer sus pechos, morder sus labios, penetrarla con ganas... Sus pensamientos debían ser parecidos: envolver mi polla con sus labios, arañarme la espalda, cabalgarme como loca...
Ventana con ventana, nos masturbamos juntos hasta que ambos llegamos al clímax. Volvimos a quedarnos unos segundos observándonos el uno al otro. Jadeando. Sonriéndonos. Nos despedidos lanzándonos un beso al aire y cerramos las cortinas. Hasta mañana a la misma hora.


sábado, 15 de diciembre de 2018

Microrrelato: Mirón



Miró el reloj. Las ocho menos cinco de la tarde. Dejó lo que estaba haciendo y fue con paso rápido al salón. Cerró las cortinas de la ventana del salón, pero no del todo. Dejó una pequeña obertura entre una cortina y otra. Se sentó en el suelo, frente a la ventana. Dejó a su lado una caja de pañuelos. Se colocó unos pequeños prismáticos sujetos a la cabeza mediante una cinta. Por último, se bajó los pantalones y los calzoncillos. Preparado. Bajó ligeramente los prismáticos para tenerlos sobre los ojos. Apareció ante él una imagen aumentada de sus cortinas. Giró lentamente la cabeza hasta encontrar la obertura entre las cortinas y allí divisó la fachada del edificio de en frente. Contó cuatro pisos hacia arriba y tres ventanas hacia la derecha. La ventana estaba abierta, como siempre, pero tras ella no había nadie. Esperó con impaciencia. El corazón le latía como si fuera la primera vez. Se quitó los prismáticos y miró el reloj. Las ocho y cinco. Su nerviosismo iba en aumento. Ella nunca se retrasaba. Volvió a ponerse los prismáticos y siguió esperando. Ocho y diez. Finalmente, la vecina del edificio de enfrente hizo aparición. Se recogió el pelo con una coleta. Luego se quitó la ropa, quedándose en ropa interior. Tras unos breves estiramientos, comenzó sus rutinarios ejercicios de gimnasia. Como cada día, olvidó correr las cortinas. O tal vez no le importaba que la observaran. Oculto tras las cortinas, él ya se había echado lubricante y se masturbaba con la estimulación visual de su vecina haciendo gimnasia semidesnuda. Las poses que ella adoptaba le daban una increíble visión de su terso culo, sus firmes tetas y, en general, su cuerpo atlético.¿Estaba mal espiarla de esa manera? Tal vez. Eso le daba un punto de travesura que le añadía morbo. Le gustaba pensar que su vecina dejaba la ventana abierta a propósito porque le gustaba excitar a los mirones. Con el paso del tiempo, el cuerpo de la gimnasta estaba cada vez más sudado, lo que hacía la escena más erótica. El sudor hacía que su cuerpo brillara. Como siempre, la paja duró menos que la gimnasia de la vecina. Se corrió mientras observaba a su vecina hacer sentadillas de espaldas a él. Ese increíble culo era algo con lo que solo podía soñar. O como mucho, observar. Pese a haber terminado su paja, no dejó de contemplar el espectáculo. Se quedó sentado en el suelo de su salón, jadeando y satisfecho, mientras espiaba a su vecina hasta que terminó sus ejercicios.



sábado, 10 de noviembre de 2018

Microrrelato: No tocar



Su mujer le había prohibido terminantemente tocar a la sirvienta, por eso él se limitaba a observarla. Nada de tocar, pero... ¿y mirar? La mujer que solía hacer sus tareas del hogar ahora disfrutaba exhibiéndose para él. Adicta a las travesuras y fuertemente atraída por él, acariciaba su propio cuerpo desnudo ante la lasciva mirada del hombre. Tirada en la cama, se masturbaba con una mano y se acariciaba los pechos con la otra. Él, sentado en el sofá, no perdía detalle. Con una mano sujetaba una copa de whisky y con la otra se masturbaba valiéndose de la erótica escena en vivo de su sirvienta. Ella, solo con saber que le estaba excitando, se ponía aún más cachonda. Él, viendo que ella cada vez se daba más placer, aumentaba el ritmo de su propia masturbación. Los dos, juntos pero separados, se acercaban al orgasmo. La sirvienta pasó a frotarse la entrepierna con las dos manos observando a su "cliente" masturbarse a gran velocidad. Ya estaba muy cerca del clímax, pero le llegó primero a él. Dejó la copa en la mesa, se levantó del sofá y se acercó a la cama sin dejar de pajearse. La sirvienta se arrastró hasta el borde de la cama y se quedó tumbada tocándose. De repente, empezó a notar un líquido calentito lloviendo sobre su cuerpo desnudo. Él gruñó de placer mientras se corría sobre su sirvienta. Chorros de semen volaron desde la punta de su polla hasta la morena piel de su sirvienta. Le manchó el vientre, las tetas... E incluso alguna gota llegó hasta su cara. Ella mantenía la boca abierta por si tuviera la suerte de que cayera algo dentro. Acabó de eyacular y se fue satisfecho de la habitación. La sirvienta se quedó tumbada, desnuda y cubierta de semen, masturbándose hasta llegar ella también al orgasmo, para luego seguir con sus tareas del hogar.


miércoles, 13 de septiembre de 2017

La webcam de Sara



Eran ya altas horas de la noche cuando acabé el trabajo que tenía pendiente. Estaba sentado en la cama, con el portátil delante, rematando los últimos detalles. Cuando por fin lo acabé, me apetecía mucho echarme en la cama a dormir. Sin embargo, me invadieron unas ganas aún mayores de masturbarme, y contra eso es mejor no competir.

Me metí en una página de webcams amateur que visitaba de vez en cuando. Incluso tenía una cuenta con algunos créditos. Me gustaba principalmente ver mujeres solas, pero a veces también veía parejas. Fui cambiando de sala viendo lo que había. Durante este "zapping" me topé con una morenaza poniendo sus grandes pechos en primera plana. Supe que era morena por el pelo que le caía por los lados, pero solo se veían sus tetas en sujetador. 

Me quedé en la sala esperando que se quitara el sujetador pero, en lugar de eso, me llevé una tremenda sorpresa. Cuando ajustó la cámara para que se le viera mejor, pude ver su cara y... ¡Era una amiga mía! Me quedé unos segundos impactado. Me fijé bien para asegurarme de que no era un simple parecido. No, no. Era ella. Era mi amiga Sara. Aunque estaba seguro, se confirmó del todo cuando habló para responder a otro de los usuarios que había en su sala. También era su voz, no había duda. Todos tenemos alguna amiga sexy que nos encantaría ver desnuda, y en mi caso Sara era una de ellas. Sobre todo, por esa delantera que a todos nos llevaba locos.

martes, 14 de junio de 2016

Lucía en la bañera



El dedo del pie de Lucía entró en contacto con el agua tibia de la bañera. Estaba perfecta. Tras la comprobación, metió el pie entero, y al primero le siguió el segundo. Se fue recostando hasta que todo su cuerpo desnudo estuvo bañado por el agua. Desde sus bonitos pies hasta su cuello, pasando por sus suaves piernas, su coño completamente depilado, su culo firme, su vientre plano y sus grandes pechos decorados con piercings en los pezones. El borde del agua acariciaba el cuello de Lucía que aún mostraba marcas causadas por el último hombre que había pasado por su cama. La cabeza era lo único que se salvaba del agua, con su pelo dorado recogido en una estilosa coleta.

Lucía miró su cuerpo, que se transparentaba a través del agua de la bañera. Sonrió. Luego echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el borde de la bañera. Por unos segundos, disfrutó del completo silencio y de la mayor tranquilidad. Poco a poco, pensamientos picantes fueron cruzándose por su cabeza. El recuerdo de un polvo, alguna fantasía, la última película porno que había visto... Un poco de todo. Cuando se quiso dar cuenta, su mano acariciaba suavemente su entrepierna. Era prácticamente un acto reflejo e involuntario, impulsado más por la lascivia que por su cerebro. Le encantaba tocarse. Lo único que le gustaba más que tocarse era que le tocaran otros. Y depende de quien, a veces ni eso.

Rozaba con sus dedos su zona púbica. Le encantaba notarla suave y sin pelo. Se había depilado el día anterior. Tras un período de vello recortado, ahora quería probar a depilarse completamente. Y ahora disfrutaba con el resultado. Se imaginaba una gran polla rozando sus labios. Su lengua envolviéndola de arriba a bajo. Lamiendo sus huevos como si la vida le fuera en ello. Cómo le apetecía aquello en ese momento. Con este pensamiento introdujo el primer dedo en su coñito, que ardía bajo el agua.

lunes, 20 de octubre de 2014

Masturbación en compañía


Era una tarde cualquiera. Mi amiga y compañera de clase Julia y yo nos encontrábamos en medio de un maratón de estudio en mi casa. Al día siguiente teníamos examen y, como muchas otras veces, nos reuníamos en casa de uno de los dos para aunar fuerzas.

Julia era una chica muy atractiva, y aunque siempre hemos sido muy cercanos, nunca ha surgido entre nosotros la chispa sexual. La verdad es que, mientras estudiábamos, muchas veces se me iba la mente e imaginaba las mil posturas que haría con ella en la cama de mi habitación. Sin embargo, sentados en sillas frente a mi escritorio, debía concentrarme en el estudio.

Cuando llevábamos un rato estudiando empecé a sentir hambre.
- Voy a hacerme un sándwich, en seguida vuelvo. ¿Quieres uno? – Pregunté.
- No, gracias. – Me contestó mi compañera con una sonrisa.

En cuanto volví a la habitación me quedé petrificado. Un vídeo se reproducía en mi ordenador ante la atenta mirada de Julia. Pero no un vídeo cualquiera, ¡era uno de mis vídeos porno! Los que más me gustan los suelo guardar para poder verlos en otro momento.
- No sabía que tenías vídeos de estos… - Comentó ella con media sonrisa.