Todos los relatos que aparecen en este blog han sido escritos por mí. Ninguno ha sido copiado de ninguna otra web de relatos y se ruega que, del mismo modo, tampoco sean copiados (excepto consentimiento expreso). Gracias.
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domingo, 24 de febrero de 2019

Cachorrita Luna narra un trozo de "Mi perrita Luna"

A Luna le gustó tanto el relato que le dediqué, que ha narrado un buen trozo de él con su dulce voz. ¡Disfrutadlo!




Aquí tenéis la transcripción del trozo narrado:

Sábado, 15 de julio. Llegué a casa especialmente cansado del trabajo, más que de costumbre. No me apeteció ni pasar por la habitación a cambiarme de ropa, directamente arrastré los pies hasta el sofá y me senté soltando un resoplido. Busqué el mando a distancia y vi que estaba en la mesa del comedor. Entonces silbé, y por la puerta del dormitorio apareció mi perrita Luna, tan obediente como siempre. Sólo vestía un sujetador rojo con transparencias y un tanga a juego, por lo que sus tatuajes relucían en su piel. Le señalé el mando con el dedo. Luna gateó hasta el comedor arrastrando su largo pelo rojo por el suelo como si fuera un vestido de cola. Llevaba puesta una colita peluda en el culo, que se movía de un lado a otro conforme ella iba gateando. Me encantaba esa colita, y cómo le quedaba a Luna. A ella también le encantaba, dado que desde que se la compré no había día que no se la pusiera. Cogió el mando y luego vino a traérmelo. Gateó hacia mí con los ojos brillantes y el mando en la boca.

Cuando llegó al sofá, dejó caer el mando a distancia en el sofá, junto a mi mano, y me miró con expresión de obediencia. Yo sonreí y le acaricié el pelo como gesto de satisfacción. Encendí la televisión con idea de verla, pero Luna estaba juguetona. Se colocó entre mis piernas, desabrochó mi pantalón y sacó mi polla. Enseguida noté el piercing de la lengua de Luna recorrer mi miembro de abajo a arriba. Se puso a lamer y chupar como buena perrita. Le encantaba hacerlo. Sus babas resbalaban por su barbilla y por mi polla. El piercing de su labio inferior también era una delicia. Añadía un toque extra cuando Luna tenía mi polla en la boca. La televisión estaba encendida porque sí, ni la miraba ni la escuchaba. Solo podía echar la cabeza atrás y dejar a Luna disfrutar con su juguete. Lo lamió todo, incluido cada centímetro de mis huevos. Con ellos también le gustaba divertirse, pero sobre todo con la polla. Las pocas veces que paraba para coger aire o descansar, una prominente sonrisa dominaba su rostro. Me encantaba ver disfrutar a mi cachorrita.

No le costó mucho recibir su recompensa, la cual se había ganado como buena perrita. Notó que estaba a punto de llegar al clímax, y siguió chupando con fuerza mientras su mirada, clavada en mis ojos, pedía leche. Sin avisar, lo cual sabía de sobra que era innecesario, comencé a correrme en la boca de mi perrita. Noté cómo el estrés de todo el día salía de mi a chorros. Fue una tremenda corrida, pero Luna estaba entrenada para eso y más. Con los ojos relucientes de felicidad, abrió la boca para enseñarme su recompensa. Algo de semen desbordó por los labios y resbaló por su barbilla y su cuello. De un trago, mandó toda leche directa a su estómago, para luego reír divertidamente.

Mientras yo descansaba de semejante mamada, Luna jugueteaba con el semen que había resbalado hasta su pecho. Lo recogía con el dedo y luego lo lamía. Pocas cosas le gustaban más a mi perrita Luna que lamer, y su leche de recompensa.
- ¿Creías que no me acordaría de tu cumpleaños? Con lo buena perrita que eres… - Dije entonces señalando la parte de atrás del sofá.


El relato original: Mi perrita Luna

El perfil de Twitter de Luna: @CachorritaLuna



domingo, 28 de enero de 2018

Mi perrita Luna



Sábado, 15 de julio. Llegué a casa especialmente cansado del trabajo, más que de costumbre. No me apeteció ni pasar por la habitación a cambiarme de ropa, directamente arrastré los pies hasta el sofá y me senté soltando un resoplido. Busqué el mando a distancia y vi que estaba en la mesa del comedor. Entonces silbé, y por la puerta del dormitorio apareció mi perrita Luna, tan obediente como siempre. Sólo vestía un sujetador rojo con transparencias y un tanga a juego, por lo que sus tatuajes relucían en su piel. Le señalé el mando con el dedo. Luna gateó hasta el comedor arrastrando su largo pelo rojo por el suelo como si fuera un vestido de cola. Llevaba puesta una colita peluda en el culo, que se movía de un lado a otro conforme ella iba gateando. Me encantaba esa colita, y cómo le quedaba a Luna. A ella también le encantaba, dado que desde que se la compré no había día que no se la pusiera. Cogió el mando y luego vino a traérmelo. Gateó hacia mí con los ojos brillantes y el mando en la boca.

Cuando llegó al sofá, dejó caer el mando a distancia en el sofá, junto a mi mano, y me miró con expresión de obediencia. Yo sonreí y le acaricié el pelo como gesto de satisfacción. Encendí la televisión con idea de verla, pero Luna estaba juguetona. Se colocó entre mis piernas, desabrochó mi pantalón y sacó mi polla. Enseguida noté el piercing de la lengua de Luna recorrer mi miembro de abajo a arriba. Se puso a lamer y chupar como buena perrita. Le encantaba hacerlo. Sus babas resbalaban por su barbilla y por mi polla. El piercing de su labio inferior también era una delicia. Añadía un toque extra cuando Luna tenía mi polla en la boca. La televisión estaba encendida porque sí, ni la miraba ni la escuchaba. Solo podía echar la cabeza atrás y dejar a Luna disfrutar con su juguete. Lo lamió todo, incluido cada centímetro de mis huevos. Con ellos también le gustaba divertirse, pero sobre todo con la polla. Las pocas veces que paraba para coger aire o descansar, una prominente sonrisa dominaba su rostro. Me encantaba ver disfrutar a mi cachorrita.

No le costó mucho recibir su recompensa, la cual se había ganado como buena perrita. Notó que estaba a punto de llegar al clímax, y siguió chupando con fuerza mientras su mirada, clavada en mis ojos, pedía leche. Sin avisar, lo cual sabía de sobra que era innecesario, comencé a correrme en la boca de mi perrita. Noté cómo el estrés de todo el día salía de mi a chorros. Fue una tremenda corrida, pero Luna estaba entrenada para eso y más. Con los ojos relucientes de felicidad, abrió la boca para enseñarme su recompensa. Algo de semen desbordó por los labios y resbaló por su barbilla y su cuello. De un trago, mandó toda leche directa a su estómago, para luego reír divertidamente.

miércoles, 10 de mayo de 2017

El fetiche del jefe



Había nuevo jefe en la oficina, y aquel era su primer día. Dio un breve discurso ante los trabajadores y luego se refugió en su despacho a arreglar un papeleo pendiente. Todos siguieron con sus labores como cualquier otro día, pero Inma tenía una idea mejor. Quería tener el favor del jefe desde el principio, y para ello estaba dispuesta a recurrir a su cuerpo. El nuevo jefe era algo mayor, pero eso no suponía un problema para ella.

Inma se levantó de su puesto y fue al baño. Una vez allí, se arregló para ofrecer una imagen aún más sexy y atrevida. Se aplicó brillo en los labios y unas gotas de perfume. Se miró al espejo. Se soltó la coleta que se hacía normalmente para trabajar y se acomodó el largo pelo sin dejar de mirar su reflejo en el cristal. Estaba estupenda, y ella lo sabía. Sin embargo, también sabía cómo son los hombres, así que se hizo un par de retoques más. Se desabrochó un botón más de la camisa, dejando un pronunciado escote en el cual se podía ver ligeramente el sujetador. Finalmente, se levantó unos centímetros la falda ajustada que llevaba. Una última mirada al espejo y decidió que estaba lista.

Salió del baño, cogió unos papeles para disimular y fue directa al despacho del jefe, intentando pasar desapercibida entre la gente. Se fijó en que las persianas del despacho estaban ya cerradas, lo cual venía muy bien. Tocó a la puerta y enseguida oyó la voz del jefe diciéndole que pasara. Eso hizo. Se aseguró de cerrar bien la puerta detrás de ella. Al entrar, Inma notó la mirada del nuevo jefe clavada en su cuerpo. Mirada que enseguida trató de disimular.
 - Hola, soy Inma.
 - Hola Inma, ¿en qué puedo ayudarte?
Inma cogió la silla que había delante del escritorio del despacho, destinada a la gente que venía a hablar con el jefe, y la movió para sentarse junto a él, sin mesa de por medio. Al jefe no pareció importarle.
 - Solo quería darle la bienvenida.
 - Ah, gracias, muy amable. Estoy encantado de estar aquí y espero llevarme bien con todos vosotros.
Mientras hablaba, Inma aprovechó para descalzarse disimuladamente, quedando sus pies cubiertos únicamente por las medias que llevaba y que subían hasta sus muslos.
 - También quiero decirle que estoy aquí para lo que necesite.
 - Gracias, otra vez. - Dijo el jefe con una sonrisa.
Inma rozó suavemente el tobillo de su jefe con su pie descalzo. Esto sorprendió al jefe, cuya única respuesta fue mirar para abajo y luego a Inma. Ella subió lentamente el pie, acariciando cada centímetro de la pierna del hombre, y mirándole fijamente a los ojos al tiempo que se mordía el labio inferior. Llegó a la altura de la entrepierna y, sin ninguna vergüenza, le acarició el paquete con el pie.
 - Para lo que necesite... - Repitió en ese momento Inma, ahora con un tono mucho más sensual.
Ahora, la sonrisa de agradecimiento del jefe había cambiado por una tensa expresión de nervios.

sábado, 4 de junio de 2016

Los pies de Alicia



Una amiga nos invitó a cenar a su recién alquilado piso a modo de inauguración. Pese a que solo llegué unos minutos tarde, ya estaban todos los demás. Saludé a todos uno a uno. Todos eran amigos mios o conocidos, excepto una chica. La anfitriona me la presentó como Alicia, su compañera de piso. Era una chica tremendamente guapa, de ojos marrones y pelo castaño, largo y ondulado. Llevaba unas sandalias, un short vaquero y una camiseta de tirantes con algo de escote. Lo suficiente como para presumir de un buen par de tetas.

Nos sentamos todos a la mesa y disfrutamos juntos de la comida y bebida por cortesía de la nueva inquilina del piso. Con cada nueva jarra de cerveza en la mesa aumentaban las risas. Yo no paraba de mirar a Alicia, totalmente atraído por ella. No solo por su físico, ya que su simpatía y su gracia la hacían más atractiva, además del toque morboso que aportaba su acento gallego. Alicia me devolvía las miradas y me deleitaba con dulces sonrisas, jugueteando de vez en cuando con el piercing de su nariz. Conforme mi nivel de alcohol en sangre crecía, mis inevitables miradas furtivas a su escote se hacían más frecuentes y con menos disimulo. Me moría por follarme a Alicia y ella lo notaba.

Inesperadamente, noté que algo me tocaba la rodilla y acariciaba mi pierna acercándose a mi entrepierna. Mis ojos se cruzaron con una picante mirada de Alicia. Una sonrisa de traviesa apareció en su cara. Miré hacia abajo y su un pie descalzo apoyándose sobre mi paquete. Tenía un pie realmente bonito, con las uñas pintadas de granate. Me palpó la zona con él y se recreó acariciando mi miembro semierecto. Yo me pegué a la mesa para que no se viera nada de lo que pasaba debajo de ella. Alicia me tocó tanto con el pie que no pude contener mi excitación y tuve una erección. Mi polla bien dura parecía a punto de destrozar el pantalon. Miré de nuevo a Alicia y ella se mordía el labio inferior, excitada al notar la dureza de mi miembro con la planta de su pie.

lunes, 30 de marzo de 2015

Mi prueba de iniciación


Era mi primer año de universidad y estaba decidido a entrar en la fraternidad Sigma Epsilon Xi. Había oído hablar de las increíbles fiestas que daban y, sobre todo, del ambiente cargado de sexo que siempre rodeaba a sus miembros. Los miembros de Sigma Epsilon Xi disfrutaban de una intensa vida sexual con las chicas de otras sororidades, principalmente con las impresionantes mujeres de la sororidad femenina Pi Alfa Mi.

El estudiante o la estudiante que entraba en Sigma Epsilon Xi sabía perfectamente lo que le esperaba. Sexo, mucho sexo. El sexo entre sus miembros era algo casi cotidiano, sin necesidad de emparejarse unos con otros. Fiestas salvajes, olimpiadas sexuales, ceremonias en busca de batir algún récord sexual… La vida en esta fraternidad era así de alocada.

Pi Alfa Mi, sin embargo, solo aceptaba mujeres. Y no cualquier mujer. Toda mujer de esa sororidad tenía un físico impresionante y unas excelentes habilidades para producir placer. Las Pi Alfa Mi están tan dispuestas a disfrutar del sexo como cualquier miembro de Sigma Epsilon Xi. Era costumbre entre ellas pasearse por la residencia de la sororidad en ropa interior o incluso completamente desnudas, y las orgías lésbicas estaban a la orden del día. La bisexualidad era un requisito indispensable para ser miembro. Casi lo primero que pregunté fue sobre el nombre de la sororidad. No había necesitado ayuda para comprender que la fraternidad a la que intentaba acceder se llamaba Sigma Epsilon Xi por ser las siglas en el alfabeto griego de SEX, sin embargo el por qué de Pi Alfa Mi se me escapaba. ¿PAM? Pues resulta que son las siglas de “coño”, “culo” y “boca” en inglés (pussy, ass, mouth), los tres agujeros que toda perteneciente a Pi Alfa Mi debe tener disponibles para su uso.

viernes, 25 de abril de 2014

Las braguitas de Nyan


Abrí un ojo a tiempo para ver a Ángela, mi novia, salir del dormitorio para desayunar. Miré de reojo el despertador y decidí que ya era hora de levantarme. Aún somnoliento, me asomé a la ventana para ver cómo se presentaba el domingo. Era un día lluvioso y frío. Levanté la mirada y allí estaba otra vez. Nyan, la vecina de enfrente,  paseándose por su casa en ropa interior como acostumbra a hacer. Una vista maravillosa.

Nyan es una estudiante de 24 años con un físico increíble y un acento andaluz muy simpático a la vez que erótico. No era la primera vez que la veía a través del cristal de cualquiera de mis ventanas que daba a su piso. Había podido observar afortunadamente unos pechos firmes de buen tamaño, no excesivamente grandes. Un rostro hermoso, un cabello moreno y sedoso. Unas piernas bonitas y brillantes. Y un culo… ¡Qué culo! Un cuerpo sevillano de 10, capaz de alegrar un día triste y gris como aquel. Además, más de una vez había coincidido con ella en la lavandería de la comunidad y la veía echar a lavar prendas íntimas de todo tipo y de lo más sensuales. Culottes, tangas, braguitas, picardías, sujetadores con transparencias, todo tipo de lencería fina… Mientras la observaba, Ángela me llamó desde el comedor y salí del dormitorio para desayunar.